Convulsión en el país sudamericano

La deriva de la crisis en Venezuela marca un punto de no retorno para la izquierda de América Latina

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el de Chile, Gabriel Boric, durante una reunión en Santiago el pasado 5 de agosto.

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el de Chile, Gabriel Boric, durante una reunión en Santiago el pasado 5 de agosto. / ELVIS GONZÁLEZ / EFE

Abel Gilbert

Abel Gilbert

El conflicto interno venezolano, reactivado con la validación por parte del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) del triunfo de Nicolás Maduro en unas elecciones de resultado hasta ahora fehacientemente incomprobable, impacta de distinta manera en el corazón de la izquierda regional. Antes del 28 de julio, distintos partidos y fuerzas latinoamericanas se repartían entre la defensa cerrada del Palacio de Miraflores, por considerar a ese país una "plaza sitiada" por Estados Unidos, un pudoroso vínculo sentimental con la figura de Hugo Chávez, y aquellos que han sido críticos sistemáticos de todos sus usos y abusos. Lo que ha sucedido estas últimas semanas posteriores a los comicios, con su secuela de violencia estatal y escamoteo de informaciones, supone un punto de no retorno para las tres tendencias. El madurismo latinoamericano se aferra como una religión a los sermones del "presidente obrero", aquellos que mantenían una debilitada relación afectiva con la experiencia iniciada en 1999 empiezan a hacer un duelo manifiesto y quienes expresaban un desapego profundo han encontrado razones para hablar con mayor vehemencia.

El corte respecto de las miradas ha llegado de una manera más filosa con la intervención de un joven presidente de izquierdas surgido de las complejas instancias de renovación en Chile como Gabriel Boric. "No hay duda que estamos frente a una dictadura que falsea elecciones, reprime al que piensa distinto y es indiferente ante el exilio más grande del mundo solo comparable con el de Siria producto de una guerra". Boric ha abierto la puerta a una controversia que apenas comienza por el modo de caracterizar al madurismo. "La dictadura de Venezuela no es la izquierda. Es posible y necesaria una izquierda continental profundamente democrática y que respete los derechos humanos sin importar el color de quien los vulnere".

En principio sus palabras provocaron un remezón en su propio país y no necesariamente en las derechas. El presidente del PC chileno, Lautaro Carmona, se encuentra en el ojo de una tormenta interna y está obligado a redefinir el apoyo que le dio a Maduro el mismo 28 de julio. Los comunistas chilenos buscarán encontrar un lenguaje común que no agrave sus discusiones internas. Las declaraciones de Boric son secundadas por tres jóvenes que representan a la nueva generación del PC la ministra Camila Vallejo, la alcaldesa de Santiago Irací Hassler y la diputada Karol Cariola, proclives a que el centenario partido retire su apoyo al Palacio de Miraflores.

El debate en Brasil

Un problema similar se advierte en Brasil, donde el Partido de los Trabajadores (PT) saludó apresuradamente los resultados del Consejo Nacional Electoral (CNE) que dieron ganador a Maduro frente al opositor Edmundo González Urrutia. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva no solo se desmarcó de esa salutación entusiasta y llegó a pedir que los comicios se realicen otra vez para desactivar la bomba de tiempo política. Al igual que ocurrió con Boric, colocó palabras inéditas en el espacio progresista regional. Lula habló de "régimen" y a la vez lo calificó de "desagradable". Sus gestiones en favor de una solución negociada de la crisis venezolana, junto con el colombiano Gustavo Petro y el mexicano Andrés Manuel López Obrador no parecen ser incompatibles con ese distanciamiento explícito.

Lula, al igual que Boric y Petro, han pagado precios políticos internos por sus posiciones preexistentes y la recurrencia de la derecha de asociarlos con Caracas o presentarlos como emuladores de Maduro. Parte de la izquierda ya no quiere cargar ese sambenito ni ser asociada con algo en lo que no cree. Guilherme Boulos, líder del movimiento de los sin techo y diputado federal del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), una ruptura del PT a comienzos de siglo, aparece por estas horas como favorito en las elecciones a la alcaldía de Sao Paulo. Tiene la bendición de Lula. Venezuela está en boca de sus rivales y se ve obligado a esquivar las pullas remarcando que su propuesta no tiene nada que ver con el madurismo.

Reacción en Caracas

Desde hace meses, el Palacio de Miraflores habla elípticamente de una "izquierda cobarde" que le da la espalda. El diario oficial 'Ultimas Noticias' embistió el jueves contra Lula ya sin indirectas. "Las alejadas actitudes de respeto a la soberanía y autodeterminación de los pueblos, expresadas por Lula al referirse a Venezuela, pueden leerse como una posición que tiende a debilitar la búsqueda de un mundo pluripolar manifestada en los BRICS del cual Brasil es, precisamente, uno de sus miembros fundadores". Cuando Caracas aspira a ser parte de ese espacio que lideran China, Rusia, India y Sudáfrica, "el presidente brasileño anda en sus intentos exitosos por echar su historia personal a la basura; y en esfuerzos fallidos por edulcorar un lenguaje que siempre aterriza en el desconocimiento de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y sus instituciones".

Implosión

La socióloga argentina Maristella Svampa advierte un estado de "implosión" del progresismo latinoamericano. "Primero se fue apagando como ciclo, hacia 2015, cuando dejó de ser un ambicioso movimiento regional que alineaba diferentes gobiernos sudamericanos en pos de una lengua común; luego se fue deshilachando como campo, al compás de una concentración del poder en los ejecutivos y una polarización vertiginosa y sin retorno, frente a la emergencia de las derechas antiprogresistas; hoy, a la luz de lo que sucede en varios países de la región, parecería extinguirse como relato". Venezuela ha acelerado esta crisis. "Hace años que Maduro consolidó un 'neoliberalismo autoritario y criminal', pese a la utilización grotesca que hace de la narrativa progresista".

En medio de un entorno hostil, y bajo la latente acusación de ser considerada una "quinta columna" de Washington, la izquierda venezolana que disiente con el Gobierno también trata de intervenir en un debate incipiente. El sociólogo Edgardo Lander, integrante de la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución, sostiene desde hace muchos años que el modelo boliviariano está "agotado". No tiene duda de que el oficialismo perdió el 28 de julio en las urnas. Lo que vino después representa "una prueba" para la izquierda internacional y, en particular, de América Latina. No pueden seguir llamando al Gobierno "de izquierda revolucionaria" por su carácter "represivo, autoritario, corrupto, extractivista". De no reparar en esta realidad se estaría "contribuyendo a aumentar el atractivo de la derecha y la extrema derecha". Al igual que otros que tuvieron responsabilidades en el Gobierno mientras lo encabezaba Chávez se encuentran desbordados por la contingencia. Apenas atinan a pedir en conjunto que "se ponga fin a la represión y criminalización de la protesta y violaciones de derechos humanos, y sean liberados los cientos de ciudadanos detenidos por expresar sus exigencias y reclamos en torno a los resultados dados a conocer por el CNE". El endurecimiento de Maduro les deja todavía un espacio más acotado de movimiento.