Elecciones en Alemania

Björn Höcke, el agitador del partido ultra alemán AfD que juega a parecerse a Hitler

El líder de la AfD en Turingia, Björn Höcke, en un mitin en Suhl, el pasado 13 de agosto.

El líder de la AfD en Turingia, Björn Höcke, en un mitin en Suhl, el pasado 13 de agosto. / MARKUS SCHREIBER / AP

Gemma Casadevall

Gemma Casadevall

A Björn Höcke, probablemente el político más controvertido de Alemania, empezaron a calibrarle la mezcla de malignidad y talento escénico sus compatriotas en febrero de 2020, cuando se acercó a estrechar la mano al liberal Thomas Kemmerich, recién elegido primer ministro de su 'Land', Turingia, con el apoyo de la conservadora CDU y de Alternativa para Alemania (CDU). Höcke inclinó levemente la cabeza, lo que podía interpretarse como una reverencia de respeto. Pero la escena reproducía casi milimétricamente la falsa sumisión mostrada por Adolf Hitler cuando el presidente Paul von Hindenburg le recibió como canciller en Potsdam, en 1933.

La elección de Kemmerich desató un terremoto político y la intervención de la entonces cancillera, Angela Merkel, ordenando desde Sudáfrica, donde estaba en visita oficial, que se revocara algo que, de facto, implicaba la ruptura del cordón sanitario sobre la AfD con complicidad de su partido, la CDU. Hubo dimisiones en cascada y denuncias ultraderechistas por la ingerencia de Merkel. Finalmente se repitió la elección y se reparó, aunque notablemente agrietado, el cordón.

No es la única provocación que se recuerda en Alemania cada vez que se repasa la trayectoria de Höcke. Pero ilustra la capacidad del líder de la AfD en Turingia para sacudir el tablero incluso cuando desempeña teóricamente un papel secundario, como fue la elección fugaz de Kemmerich.

Este domingo logró una victoria de la que se sabe absoluto protagonista: el primer puesto en las elecciones regionales de Turingia, un hito para su partido, incluso si a continuación no alcanza, por bloqueo del resto de las fuerzas electas, el puesto de primer ministro.

Obtuvo un , un triunfo sin paliativos, siendo que además el segundo, la CDU, se quedó en un .

De 52 años, aspecto juvenil y dinámico, originario del oeste del país y profesor de Historia, no solo juega con la imagen de Hitler. También se presenta recorriendo su 'Land' en moto, junto a otros moteros. En su cartel de campaña se exhibe con unas gafas de sol azules, como sus ojos, como si fuera un depositario de la eterna juventud. Es, como suele repetir en sus mitines, el rey del tiktok y las redes sociales de la política alemana; cada una de sus apariciones genera decenas de miles de clics.

Su reverencia de falsa sumisión de hace cuatro años su única provocación relacionada con Hitler o el nazismo. Se le ha levantado en siete ocasiones la inmunidad parlamentaria para investigarlo por cargos relacionados con la incitación al odio, el negacionismo o el uso de símbolos nazis. Recientemente fue condenado por utilizar una de esas consignas, que alegó desconocer. No le sirvió la excusa, por su condición de historiador y además porque reincidió en su uso, tras el proceso.

Piedra en el zapato

Nunca ha querido cargos en el partido a escala federal, pero ha sido desde Turingia una piedra en el zapato para las corrientes 'moderadas' de un partido que, desde su creación en 2013, han ido abandonando uno tras otros sus miembros fundacionales. La cúpula de la AfD llegó a instarle a desarmar un movimiento interno llamado 'Der Flügel', o 'El Ala', porque su toxicidad como agrupación patriótico-étnica extremista amenazaba colocar al conjunto del partido bajo observación de los servicios de espionaje de Interior.

No solo se zafó de las órdenes superiores, sino que arrinconó al presidente del partido, Jörg Meuthen, representante de los llamados moderados, hasta precipitar su abandono, en 2022. A partir de ahí, ha amplificado su dominio sobre la cúpula nacional bicéfala compartida entre Alice Weidel y Tino Chrupalla. A su radicalización ha seguido también la observación por parte del espionaje de Interior de sus actividades.

Nada parece frenarle, lo que le convierte en peligroso. En la campaña electoral de Turingia ha dado una versión más moderada de sí mismo que en sus arengas, en formato reducido, ante correligionarios adscritos al neonazismo. Comparte con el líder de los identitarios austríacos, Martin Sellner, el objetivo de la 'remigración', o expulsión masiva de migrantes irregulares y hasta ciudadanos de origen no alemán. Pero se cuida mucho de exhibir símbolos identificables como anticonstitucionales, por su parentesco con la ideología nazi.

Su puesto no está en Berlín, sino en Erfurt, la capital de Turingia, responde cuando se le pregunta por qué no aspira a un cargo nacional. En Turingia está también Weimar, la ciudad que dio nombre a la república de entreguerras democrática alemana, que derribó Hitler tras su llegada al poder.