CANDIDATA CON RITMO

Bailonga, compradora de vinilos y fan del 'hip hop' o del jazz. ¿Es Kamala Harris la política más musical que hemos conocido?

La presumible candidata a presidenta de los EEUU por el Partido Demócrata no deja de producir imágenes y noticias que la vinculan con la música, un arte con el que demuestra tener una relación muy especial

Kamala Harris enseña los vinilos comprados en una tienda de discos de Washington en 2023.

Kamala Harris enseña los vinilos comprados en una tienda de discos de Washington en 2023. / ARCHIVO

Jacobo de Arce

Parece una de aquellas bromas de la prehistoria de las redes sociales: un tumblr se titulaba "Ana Botella haciendo cosas" y en él salían un montón de fotos de la entonces alcaldesa de Madrid, muy afanosa, en todo tipo de actitudes o eventos a los que acudía. Con Kamala Harris podría hacerse algo parecido, pero solo habría que ceñirse a lo musical: Kamala bailando con estilazo una batucada con niñas y jóvenes estudiantes. Kamala recibiendo el cariñoso apelativo de ‘brat’, una especie de miembro de su tribu, de la reina del hyperpop Charlie XCX. Kamala consiguiendo que Beyoncé le autorice a utilizar su canción Freedom (ella que tanto celo demuestra en proteger el uso de su música) durante la campaña electoral que se le viene encima. Kamala bailando en la celebración del 50 aniversario del hip hop. Kamala como absoluta protagonista de tiktok, con miles de vídeos mezclando sus discursos con una panoplia de hits de los últimos años. Kamala recibiendo el respaldo de buena parte de la aristocracia del pop en su candidatura a la Casa Blanca (Katy PerryJohn LegendCardi BJanelle MonaeKesha, la madre de Beyoncé...). Kamala enseñando los vinilos que acaba de comprar en una tienda. Kamala publicando una lista de canciones compartida con Biden el día de la inauguración de su mandato como presidente y vicepresidente de EEUU… Y suma y sigue.

La lista de imágenes y noticias de Kamala Harris vinculadas con la música es muy amplia. Lo más fácil sería considerar toda esa avalancha audiovisual, tan propia de nuestra época, una inteligente campaña de comunicación destinada a hacerla más amable a ojos de sus potenciales electores. Ya se sabe que pocas cosas son más efectivas que las canciones en lo que a soft power se refiere. Y puede que haya algo de todo eso. Pero lo cierto es que la relación con la música de la actual vicepresidenta de EEUU, y más en concreto su afición por el baile, parece absolutamente genuina. Más todavía que la de su antecesor y camarada Barak Obama, célebre autor (vamos a pensar que las hace él) de playlists molonas y diversas para disfrute de audiencias amplias. Es posible que los analistas de The New York Times vean a Harris como la peor candidata posible, de entre las personalidades 'presidenciables' de su partido, para hacerse con la Casa Blanca. Pero lo que es seguro es que nadie dudaría en cederle a ella el papel de DJ en la próxima fiesta del partido. Porque a Harris le sobra gusto, le sobra groove y le sobran ganas de bailar para convertir cualquier convención aburrida en un fiestón por todo lo alto.

Kamala Harris es fruto de una mezcla de ADNs que atraviesa el mundo. Su padre nació en Jamaica y es de origen africano, su madre vino al mundo en la India como parte de la minoría Tamil. Los dos llegaron a EEUU para cursar sus estudios y pronto se encontraron con las universidades sacudidas por el movimiento contra la guerra de Vietnam, con el auge de los cantautores más politizados y con la música negra convirtiéndose en un fenómeno de masas que empezaban a adorar los blancos. Fue aquella década, la de los 60, quizá la más musical de un país que siempre ha sido extraordinariamente musical. Y en medio de todo ese ambiente nació ella en 1964 en Oakland, la ciudad que alumbró a los Panteras Negras. Luego se criaría en diferentes lugares, como hija de profesores universitarios itinerantes, antes de volver a California, el estado que más tarde la elegiría fiscal general y senadora. Sus años en la universidad, mediados de los 80, coincidieron con los de la explosión del hip hop. Todo ese mix de culturas y conflictos, además del color de su piel, explican su predilección declarada por las músicas negras, del gospel al soul o el funk, del reggae hip hop y al r’n’b.

Hace algo más de un año, Harris paró a su comitiva para comprar unos discos en HR Records, una tienda de Washington especializada en esos sonidos. Al salir, mostró a los periodistas que se lo preguntaban cuáles habían sido sus adquisiciones, tres vinilos. Let the Children Hear Music de Charles MingusEverybody Loves the Sunshine de Roy Ayers Ubiquity y Porgy and Bess, la obra maestra de Gershwing en la versión canónica de Ella Fitzgerald y Louis Armstrong. Tres aproximaciones a la música negra con sus respectivas particularidades: el jazz más intelectual, un sonido más hedonista y bailable y un clásico entre los clásicos de la cultura afroamericana más integrada en el canon, aunque escrito por un blanco. Solo unas semanas antes había hecho pública una lista de Spotify concebida como una especie de banda sonora del viaje oficial que acababa de realizar por África, con paradas en Ghana, Tanzania y Zambia, y canciones de artistas con origen en esos países como Moses SumneyBlack SherifHarmonizeAli Kiba o Yo Maps.

Lo de lucir sus gustos musicales venía de atrás: ya antes de ser la número dos de su gobierno, cuando ‘solo’ era senadora, la política californiana había participado en Mood Mix, una sección del popular Late Night de Stephen Colbert, donde los invitados hacen su selección de canciones favoritas para escuchar en diferentes momentos y estados de ánimo. Salpicando su intervención con esas risas sonoras y sinceras que parecen retratar a una política simpática, al menos en su cara pública, Harris elegía temas de artistas fundamentales como PrinceBeyoncéFunkadelicAretha Franklyn o Bob Marley, cantando algunos estribillos con una naturalidad que hacía ver que aquello no estaba preparado con un spin doctor. En sus preferencias mandaba, sin embargo, el hip hop de la vieja escuela. Nombres como A Tribe Called Quest, Too Short o Salt-N-Pepa (encantador que ese hitazo que es Push It sea la canción que le recuerda a sus años universitarios). Solo hacía una concesión a ese estilo en su versión más actual: el rapero Kendrik Lamar.

No podemos considerar fruto del puro cálculo propagandístico, por tanto, que Harris acogiese en septiembre pasado, y en el mismísimo jardín de su residencia presidencial, un acto de celebración de los 50 años del hip hop (se considera como su momento fundacional aquella noche del 11 de agosto de 1973 en que DJ Kool Herc pinchó en una fiesta del Bronx mezclando y haciendo scratch con los ritmos que provenían de dos tocadiscos diferentes). Allí estaban, rodeándola mientras ella se balanceaba animadamente al son de la música, raperos populares como Q-TipJeezyCommon MC Lyte.  

Escribió Maya Angelou, la primera mujer afroamericana que apareció en una moneda de EEUU, que "todo en el universo tiene ritmo, todo baila", y parece que Kamala se la hubiera tomado al pie de la letra, porque siempre le falta tiempo para ponerse a dar unos pasos al son de la música. Es una buena noticia. Porque todos sabemos que, bailando, la vida y el mundo son mucho mejores. Sobre todo en épocas, como esta, de oscuros nubarrones en el horizonte.