Pérez Pallas, la historia de un árbitro del VAR castigado en el exilio

El vigués Pérez Pallas es uno de los especialistas del VAR que esperan sentencia tras denunciar al CTA, que los excluyó a finales de la pasada temporada

Aparece en uno de los informes de Enríquez Negreira: "Cuando vi el informe pensé que lo había hecho mi madre en vez de un árbitro de fútbol"

David Pérez Pallas, en la delegación viguesa de la Federación Gallega

David Pérez Pallas, en la delegación viguesa de la Federación Gallega / MARTA G. BREA

Armando Álvarez

“Somos árbitros más allá de lo que hagamos en cada momento”, sostiene David Pérez Pallas de esa familia a la que eligió pertenecer siendo adolescente y que en gran medida ha moldeado su carácter y su vida. No ha flaqueado esa fe pese a los disgustos: el descenso que motivó su retirada de la cancha y ahora un conflicto laboral que lo ha apartado del videoarbitraje, igual que a otros siete especialistas. En momentos en que arrecia la polémica respecto al uso de la herramienta, el vigués relata su historia con una clara advertencia: “No podemos meter más ruido. Aunque yo no esté de acuerdo con las personas que están en el Comité Técnico (CTA), todo cae en los árbitros”. Y es por su bien, el de los vigentes y los que vendrán, que pelea.

Pérez Pallas (24-8-1987), mencionado en sus dos apellidos como corresponde al gremio, concitó las esperanzas de que la delegación viguesa volviese a estar representada en Primera División. Taboada Soto, que pitó su último partido en 1992, pocos meses antes de fallecer, sigue sin heredero. Pallas creyó acumular méritos en Segunda entre 2012 y 2019. Aquella primavera, para su sorpresa, le anunciaron que perdía la categoría.

Aunque joven, el olívico no se sentía con fuerzas para reiniciar la escalada desde Segunda B. “Renuncié. No tenía demasiado sentido. No me iba a llenar. Un chico extremeño, Jairo, ocupó mi plaza. Me escribió agradecido. Él tenía muchas más ganas. Hay que tener responsabilidad con lo que haces; no estar a medias”.

El VAR se había inaugurado en Primera en 2018. El primer árbitro exclusivo fue Alonso Álvarez Izquierdo, descendido de la máxima categoría y que por edad no podía incorporarse a la inferior. En Segunda se iba a estrenar en 2019. A Pallas le propusieron ser también pionero. “Yo sentía un vacío. Esto me dio una ventana para seguir estando en el arbitraje”, confiesa.

A Izquierdo y Pallas se les unió Nacho Iglesias Villanueva ese mismo verano. El grupo específico de VAR seguiría creciendo de manera progresiva. En la temporada 22-23 se alcanzaron los cinco componentes en Primera y seis en Segunda. Aunque asumían el grueso de la tarea (Pallas, por ejemplo, gestionaba dos partidos de Segunda por jornada), árbitros de campo completaban la programación. “La apuesta del CTA era intentar crear un VAR específico. Entendían que sería más fácil unificar un criterio. Pero no éramos suficientes para todos los partidos”, explica. “Además, los internacionales de Primera hacen de VAR en Europa. No tendría sentido que no lo hiciesen aquí. Eso les permitía estar en forma”.

Esa política de primar la especialización, que ya se insinuaba bajo el mandato de Velasco Carballo, se acentuó bajo la presidencia de Medina Cantalejo. “Se rumoreaba que querían hacer un grupo de ‘vares’ único para cada división. Hasta que de alguna manera se torció”, introduce. Una querella colateral precipitó la ruptura.

Los árbitros de élite firman por temporada con el CTA. Un asistente dado de baja en Primera reclamó que su contrato no debía ser de deportista profesional, sino laboral común. Eso le otorgaría beneficios como la antigüedad. Denunció por vía judicial. Los miembros del VAR preguntaron por sus propias condiciones. “Fuimos transparentes. Hablamos siempre con el CTA de cómo solucionar este problema. Si me hubiesen preguntado en enero cómo iba a acabar todo, jamás diría que así. Ha sido muy extraño. Aún no lo entiendo, pero ahí se enturbió todo”.

Lo cierto es que Medina Cantalejo y sus consejeros del CTA decidieron apartar a los especialistas del VAR. Ya no trabajaron en las jornadas 37ª y 38ª de Primera y la 42ª y el play off de Segunda. Después modificaron la normativa y han prohibido ejercer esa función durante más de dos temporadas. Ocho de los once “vares”, entre ellos Pallas, quedaron excluidos. Han reclamado a la justicia. La vista oral se celebró hace poco. Readmisión, indemnización, “todas las posibilidades están abiertas” en caso de fallo favorable, enumera el vigués, que aclara: “Nuestro malestar no es con la organización, sino con las personas que ahora mismo la forman. Lo que hacemos es bueno para el arbitraje, para nuestros compañeros, aunque ahora pasemos un mal trago”.

Pallas, de momento, se ha inscrito en la delegación de Vigo “sólo por no dejar de ser árbitro. Es una cosa irracional”, admite. No pita partidos, pero viaja a los campos a ayudar a sus colegas. Hombre de prestigio, bien podría iniciar carrera de directivo. “En algún momento surgirá esa situación. Hay muchas ideas y cosas por hacer. Pero este año de tranquilidad me vendrá bien”. Mientras se recupera de una lesión en el Aquiles, flirtea con la idea de jugar a fútbol junto a su hermano en Vincios. “A veces los árbitros perdemos la perspectiva. Me ayudaría a volver a conectarme”.

De momento, observa desde este exilio interior lo que está suciendo con el VAR; una crisis que muchos atribuyen precisamente al despido de los expertos. Pallas analiza: “En el campo has pasado por todas las categorías y sabes manejar el estrés. En la sala VOR es diferente. Estás tranquilo y de repente las pulsaciones se disparan. Pierdes capacidad de abstracción, de visión global. Lo chequeas todo. Detectas las jugadas antes que la gente. Pero todo el mundo lo hace bien”.

En uno de los informes de Negreira

“Las conversaciones son muy normales entre un VAR y un árbitro”, asegura, ahora que se reclama que se publiquen. “No sé si la gente las entendería. No creo que fuese bueno que todo se hiciese público. Pero sí debemos ser transparentes. Aconsejé al CTA que invitase a representantes de los clubes de Primera a ver partidos de Segunda y viceversa; sentarlos en la sala, que viesen cómo se habla, cómo se toman decisiones... Debía haber alguien que explicase las cosas del CTA”.

“Simpático, humilde, cercano, responsable y trabajador”. Así catalogaba en 2012 el entonces vicepresidente del CTA, Enríquez Negreira, a Pérez Pallas en uno de sus informes al Barcelona, con su filial en Segunda. Se apuntaban defectos (“le cuesta medir la distancia entre él y el balón por lo que a veces molesta”), virtudes (“cumple el reglamento con rigor”) y características generales (“habla muy poco con los jugadores”). “Cuando vi el informe pensé que lo había hecho mi madre en vez de un árbitro de fútbol”, bromea el vigués, que defiende: “Estoy convencido de que ningún árbitro entró a un campo de fútbol para beneficiar o perjudicar a ningún equipo. Que el juez investigue todo lo que tenga que investigar y se lleve por delante a quien tenga que llevarse por delante. Pero conozco bien a todos y lo que haya hecho esa persona no llevó a ningún árbitro a tomar determinadas decisiones”.