El sueño europeísta de Mamardashvili y Kvaratskhelia

Héroes en el césped y aliados de las demandas de la población contra las leyes pro-rusas de su gobierno, Georgiua debuta con la mirada en una futura adhesión a la Unión Europea

Giorgi Mamardashvili, el portero del Georgia.

Giorgi Mamardashvili, el portero del Georgia. / SD

Vicent Chilet

El final de la guerra fría empezó a escribirse a martillazos, a ritmo de Pink Floyd, contra el Muro de Berlín, pero no tuvo su rúbrica metafórica final hasta el anuncio de Pizza Hut que en 1997 protagonizó el último líder soviético, Mijaíl Gorbachov, junto a su nieta Anastasia. Un minuto de spot, con un millón de dólares para su actor protagonista, que simbolizaba la apertura definitiva al mundo occidental. Casi treinta años después, en un mundo plenamente estandarizado, pero con viejas heridas del siglo XX aún presentes, Georgia, una de las repúblicas del sueño extinguido de la URSS, debuta este martes frente a Turquía (18 horas) en su primera Eurocopa y con sus figuras convertidas en emergentes iconos de marcas occidentales. 

Giorgi Mamardashvili, el portero del Valencia, posaba antes de la Eurocopa para Pepsi o Emporio Armani. Unos anuncios con más lecturas que las de la súbita celebridad alcanzada por el guardameta, que hace solo tres veranos era ofrecido por correo electrónico a los equipos españoles. Hoy, con 23 años, con una agilidad impropia de su envergadura (1'97 metros), con unas enormes condiciones esculpidas en Paterna por José Manuel Otxotorena, preparador de porteros, es adorado en Mestalla, fue el héroe en la repesca contra Grecia en los penaltis y su perfil responde al retrato robot del guardameta del futuro. Pero su carisma va más allá, trasciende el fútbol y se extiende a la vocación europeísta de los georgianos, frente a la influencia del radar de Rusia. Una reivindicación de la que su selección nacional de fútbol se ha convertido en orgullosa embajadora.

Héroes en el césped y ciudadanos comprometidos

Si Kylian Mbappé levantaba el domingo el altavoz para alertar del auge de la extrema derecha en Francia, los futbolistas georgianos llevan meses posicionándose a favor de las manifestaciones populares contra la llamada "Ley de Transparencia sobre la Influencia Extranjera", aprobada a mediados de abril con un estrecho margen (83 votos favorables sobre 150) y que entrará en vigor en agosto. Una norma, escrita casi con papel de calco de la redactada por Vladimir Putin en el Kremlin, y que supondría la vigilancia de la actividad de ONG financiadas desde un 20% desde el exterior o el sometimiento a una oposición que en Rusia ha quedado seriamente reprimida.

Mientras las barricadas y las protestas se multiplicaban a las puertas del Parlamento en Tiflis, los ídolos no se escondían en la burbuja del deporte profesional. "El camino de Georgia pertenece a Europa. ¡El camino europeo nos une! ¡[Avancemos] hacia Europa! Paz a Georgia", afirmó Khvicha Kvaratskhelia, estrella del Nápoles. "¡El camino y el futuro de Georgia pasan únicamente por Europa!" decía Giorgi Mamardashvili. "El camino de Georgia pertenece a Europa. ¡El camino europeo nos une! ¡[Avancemos] hacia Europa! Paz para Georgia", afirmó el centrocampista del Girondins Zuriko Davitashvili. "No a Rusia. El camino de Georgia pertenece a Europa. Nadie debería agradecerme nada porque digo lo que todo georgiano debería decir", escribía en sus redes sociales Budu Zivzivadze, delantero del Karlsruher.

"Nuestros jugadores nos representan en el campo y en la calle. Dan voz a las reivindicaciones de la gente", afirma Nico, bailarín georgiano residente en València, donde trabaja como camarero de una franquicia de restaurantes del país caucásico. Su ocupación laboral le ha permitido servir comida con asiduidad a Mamardashvili a Giorgi Kochorashvili, centrocampista del Levante UD. "Tenemos una mentalidad más cercana a los pueblos mediterráneos de la Unión Europea que a Rusia. Y los deportistas están siendo grandes aliados. También en otros deportes, como el luchador Ilia Topuria. La Eurocopa es tan importante por la competición como para integrarnos en el futuro que perseguimos", añade.

Georgia debuta este martes frente a Turquía (18 horas) en su primera Eurocopa y con sus figuras convertidas en emergentes iconos de marcas occidentales.

Georgia debuta este martes frente a Turquía (18 horas) en su primera Eurocopa y con sus figuras convertidas en emergentes iconos de marcas occidentales. / SD

La generación de ídolos deportivos, sobre todo en el fútbol, fruto de una apuesta gubernamental a largo plazo que tuvo en el modelo Barça su inspiración y como asesores ministeriales a futbolistas históricos como el exvalencianista Fernando Gómez Colomer, es un factor popular clave en plena encrucijada por el futuro del país. El giro pro-ruso del primer ministro Irakli Kobakhidze interviene en un momento delicado, con Georgia como candidato desde febrero a la adhesión a la Unión Europea, pero con Bruselas con las orejas tiesas ante un escenario geopolítico cambiante. En 2015, Georgia era la octava economía del planeta con una regulación más propicia para la entrada de inversores extranjeros según el Banco Mundial. Lo tenía todo para emanciparse de la influencia rusa. Era jurídicamente estable, apoyada con recursos del FMI y en una posición clave en la seguridad energética del viejo continente. Ahora, con la guerra en Ucrania dilatándose, el corredor de gas que atraviesa Georgia, y que conecta Europa con Asia oriental, gana en interés estratégico.

"Pueden aprobar las leyes que quiera el gobierno, que siempre seremos más numerosos y más fuertes en la calle", afirma Nico, que se ha tomado un descanso antes del turno de la noche junto a otros camareros, georgianos, pero también ucranianos, que apuran cervezas y ríen ante cada frase suya contra Putin. Este martes, cuando a las 18 horas en Dortmund, los niños de la guerra contra Rusia en 2008 y hoy ídolos e iconos de marcas multinacionales canten el himno - "La libertad que hemos aprendido a seguir. Hace que nuestros espíritus futuros sean más fuerte"-, dará inicio el partido contra Turquía y, también, la escenificación del sueño europeísta de Mamardashvili y el pueblo georgiano.