Olimpismo

Este lunes se cumplen 30 años de la nominación olímpica de Barcelona

Este lunes, Samaranch iluminó el sueño con "A la ville de...¡Barcelona!"

Carlos R. Galindo

Lo podría escribir en primera persona. Sí, yo estuve allí, en el Palais de Beaulie de Lausana aquel 17 de octubre de 1986. Tenía 27 años y la convicción de que me iba a comer al mundo. Hoy, 30 años después, admito  los golpes de la vida y sobrevivo a las injusticias con la resistencia de un fondista.  Eran años de ilusión, y de esperanza… Sabíamos lo mucho que se jugaba (la ciudad, Catalunya…) aquella jornada. Tras una pausa estratégica (“attendez un moment”) resonó el nombre de Barcelona con un inconfundible acento catalán. A mí y a muchísimos otros barceloneses no nos cuesta ningún esfuerzo recordar la frase de Juan Antonio Samaranch, entonces presidente del Comité Olímpico Internacional (CIO): “A la ville de... ¡Barcelona!”, dijo. Eran las 13.32 horas. Lo recuerdo como si fuera hoy. Esa cita lo cambió todo. Detrás de esas palabras había mucho más que unos Juegos Olímpicos, las 22 medallas de la delegación española, la ceremonia inaugural y, en particular, el encendido del pebetero por parte del arquero paralímpico Pedro Rebollo, los éxitos de Fermín Cacho, de la selección de fútbol con Guardiola en el once inicial, la exhibición del único (y verdadero) Dream Team de baloncesto, con Michael Jordan a la cabeza, la presencia de Cobi, la mascota olímpica, el ‘Amigos para siempre’ de la clausura… Todo eso llegaría más tarde. Aquel 17 de octubre fue el día X y la hora H del desembarco en Normandía, el día que lo cambió todo. El inicio de un sueño

UNIDAD POLÍTICA

Quedará para el recuerdo el trabajo ilusionante que encarnó como nadie el alcalde Pasqual Maragall, enfundado en su gabán oscuro y dando brincos de alegría en Montjüic pocas horas después de la designación de Barcelona como sede de los Juegos. Maragall aportó su particular forma de hacer, de sentir y de gobernar la ciudad. Una nueva manera de liderar un proyecto. Al otro lado de la Plaza Sant Jaume, Jordi Pujol, entonces presidente de la Generalitat, respaldó el proceso aunque no siempre de buena gana. Más de una vez flaqueó aquella paz fingida. Las relaciones entre CiU y el proyecto socialista del Ajuntament barcelonés fueran tensas, aunque acabó imponiéndose el interés general. De eso se trataba, de aparcar las diferencias. Barcelona’92 consiguió la unidad política. Una unidad como nunca se ha vuelto a dar. Claro que aquellos políticos  tenían otra altura de miras... También se implicaron las administraciones públicas aunque no en el mismo grado. Cuando había que apoquinar dinero, a menúdo bizqueban las miradas y más de uno huía al galope. Pero el resultado final mereció la pena. ¡Vaya si lo mereció...! La ciudad se abrió al mar bajo el diseño de un barrio entero, la Villa Olímpica; se adecuaron todas las infraestructuras (nuevo aeropuerto; se pudo inaugurar la Ronda del Litoral, que cruza la ciudad por la costa, y la Ronda de Dalt, que la bordea por la montaña; se finalizaron los túneles de Vallvidrera; se construyó un tramo más del Segundo Cinturón...). La transformación urbana producida por las inversiones tuvo un alto impacto económico y social.. Y lo más importante, Barcelona se puso en el mapa

ALGUNAS CIFRAS

Que nadie dude del efecto catalizador que tuvieron los Juegos para Barcelona. En 1986 apenás si visitaban la Ciudad Condal 1,2 millones de personas; de ahí se pasó a 1,7 en 1990; 5 millones en 2005 y 8,3 en 2015. El número de pernoctaciones se incrementó en más de un 58% en solo cinco años. Más datos: en 1992 apenas si vivían 30.000 extranjeros en Barcelona y en 2005, esa cifra pasó a ser de 570.000. Se multiplicó el número de instalaciones deportivas: de 1.422 a más de 4.000... Y así, hasta el infinito... 

Entre los beneficios intangibles está el orgullo que nació entre los barceloneses por su ciudad. Surgió la marca Barcelona y en las calles se respiraba alegría y motivación. Se acabaron los complejos que tanto daño hicieron en el pasado. Aunque parezca mentira, todo el mundo remaba en la misma dirección.... Increible, pero cierto.

30 años después, ya nada es lo mismo. Aún se vive de las rentas de lo que trajo consigo aquel 17 de octubre de 1986. Tras los Juegos se buscaron nuevos proyectos ilusionantes pero ninguno funcionó; ni el Forum de las Culturas ni esos Juegos Invernales que se deshelaron como los Polos. Llegó la crísis económica, política (perdida de confianza y fé en nuestra clase dirigente) y social (pobreza, paro...). Ya nadie sonríe por las calles. No hay ideas ni proyectos. Falta liderazgo.