Un clásico de la literatura

Razones para seguir leyendo a Joseph Conrad a 100 años de su muerte

El escritor británico de origen polaco, autor de 'El corazón de las tinieblas', vertió en sus novelas preocupaciones que todavía hoy siguen siendo esenciales en el siglo XXI

El escritor británico de origen polaco Joseph Conrad.

El escritor británico de origen polaco Joseph Conrad.

Elena Hevia

Los clásicos son clásicos porque mantienen el tipo a lo largo de los años interpelándonos mucho tiempo después de haber sido creados. Cuando se cumple un siglo, el 3 de agosto, de la muerte de Joseph Conrad (1857 – 1924) sigue siendo admirable comprobar cómo sus novelas y cuentos contienen en su ADN los grandes conflictos y preocupaciones de nuestro siglo.

Nacido polaco, el autor vivió la mitad de su vida como marino mercante y luego, tras haber aprendido inglés desde cero, se convirtió, ya en dique seco a los 37 años -solo una década después de ponerse en contacto por primera vez con el idioma-, no solo en un respetable ciudadano británico sino también en uno de los grandes maestros de la lengua inglesa transformando sus experiencias marítimas en literatura.

Pero no hay que engañarse, la única aventura que le preocupaba a Conrad es la interior. Aunque los tiene en cuenta, a Conrad no le interesaban los hechos físicos y la acción, sino los conflictos morales que se desprenden de las conquistas del hombre blanco en África, el Caribe, sudeste asiático, Sudamérica o Australia. Lo suyo no es el exotismo sino la incipiente idea de algo que está por crearse: la globalización y las responsabilidades que eso conlleva.

La mayoría recordarán a Conrad como el autor de ‘El corazón de las tinieblas’, la novela breve que inspiró ‘Apocalypse Now’, en la que el Congo se trastoca en Vietnam y quizá un poco menos por ser también el autor de ‘Los duelistas’, el relato con el que Ridley Scott inició su trayectoria como director, sin olvidar el homenaje que James Cameron le brindó al escritor en ‘Alien’, llamando a la nave espacial Nostromo, título de una de las mejores novelas del autor. Y es que las décadas de los 70 y 80 del pasado siglo, cuando se estrenaron estas películas, fueron el momento en el que más se le leyó, lo que prueba de nuevo su contemporaneidad. Una contemporaneidad que tiene muchos y muy variados argumentos, incluidas, ‘¡ay!’ sus controvertidas consideraciones racistas, como ya se verá. 

Así que hay muchas razones para seguir leyendo a Conrad, más allá de su calidad intrínseca como escritor, y estas son algunas de ellas.

Multiculturalismo

Hay que leerlo porque muestra ‘avant la lettre’ una tendencia que impregna la literatura actual, el trasvase de idiomas. Ahí están autores como Hernán Díaz, Benjamin Labatut o Valeria Luiselli, que deciden escribir en inglés sin renunciar por ello a sus raíces. Eso es algo que ya hizo hace 150 años Joseph Conrad, nacido Jozef Teodor Konrad Korzeniowski, hijo de nacionalistas polacos exiliados en Ucrania, por entonces imperio ruso. Es sabido que cuando tenía 21 aprendió una nueva lengua, el inglés, que añadió a las que ya dominaba, el polaco, por supuesto, y el francés que le enseñó su padre, traductor de Victor Hugo. Complejo estilista literario en su idioma de adopción, siempre lo habló con un fortísimo acento eslavo. 

Inmigración

Fue un emigrante más y no le fueron ajenos los problemas económicos. Uno de los cuentos más emocionantes de Conrad, ‘Amy Foster’, sigue la historia de un marinero centroeuropeo que naufraga en la costa inglesa, apenas habla bien inglés y es rechazado por los habitantes del pueblo. Conrad escribe: “Por fin la gente se acostumbró a verlo. Pero nunca se acostumbraron a él”. Edward Said escribió que es difícil leerlo «sin pensar que Conrad debió temer morir solo, sin consuelo, desvariando en una lengua que nadie podía entender». Años después de que se publicara este relato, en 1905, se aprobó en Gran Bretaña la Ley de Extranjería, la primera restricción de inmigración en tiempos de paz en el país. En pleno Brexit y con las consignas antiinmigración de la extrema derecha europea en el horizonte este relato escrito por un polaco naturalizado inglés tiene hoy un triste correlato.

Terrorismo internacional

En su novela ‘El agente secreto’, que Hitchcock llevó al cine en 1936 con el título de ‘Sabotaje’, Conrad imaginó un grupo de anarquistas de origen ruso que intentan destruir mediante una bomba el observatorio de Greenwich. La novela está lejos de reflejar la realidad de 1880, momento en que los atentados en Gran Bretaña tenían más bien la firma de los nacionalistas irlandeses. Tampoco hay que olvidar, en el capítulo de las curiosidades, que este era el libro de cabecera de Theodore Kaczynski, más conocido como ‘Unabomber’, que lo leyó cientos de veces y se identificó con la figura del Profesor, un docente que como él abandonó su trabajo, para aislarse y planificar sus crímenes. A Conrad le sorprendería saber que uno de los alias con los que Kaczynski se registró en algunos hoteles fue precisamente Conrad. Y también que fuera uno de los libros más comprados tras los atentados del 11-S en Estados Unidos.

Colonialismo y poscolonialismo

Buena parte del imaginario que hoy tenemos de las miserias y horrores de la colonización africana está ilustrada en el terrible y oscuro ascenso que el protagonista de ‘El corazón de las tinieblas’ realiza por el río Congo, aunque en la novela jamás se nombra el lugar. El libro se inspiró en la experiencia como marino del propio autor en el barco Le Roi des Belges, que realizó en 1890, quedando horrorizado por el trato y la violencia que la metrópolis desplegaba hacia los africanos. La novela, según palabras de Conrad, “iba un poco y más allá, pero solo un poco más allá de los hechos reales”. Fue publicada en 1899 y supuso uno de los primeros y más significativos reproches plasmado en una ficción inglesa hacia el colonialismo, aunque Conrad, precavido, jamás situó ninguna de sus críticas en el imperio británico.  

Tendrían que pasar muchos años, en tiempos postcoloniales de 1975, para que el escritor nigeriano Chinua Achebe, uno de los grandes de las letras africanas, dictara una conferencia en la que consideraba racista la novela por la escasa entidad que los africanos, mero telón de fondo, tienen en ella: "La cuestión es si una novela que celebra la deshumanización, que despersonaliza a una parte de la raza humana, puede denominarse una gran obra de arte. Mi respuesta es no, no puede". La versión cinematográfica de Coppola tampoco enmendó ese punto en particular.

Liberalismo salvaje

En un pasaje de ‘Nostromo’, un magnate minero de San Francisco dice: “Dirigiremos los negocios del mundo, le guste o no al mundo”. Conrad consideraba que la civilización occidental había llegado a un grado de codicia y egoísmo tal que amarga la existencia a los ciudadanos que intentan mantener un rumbo ético, mientras el mundo a su alrededor se regía por un liberalismo económico deshumanizador, curiosamente, ese que ahora mismo hace las delicias de Milei. En esa encrucijada se situaría el antihéroe trágico que da título a ‘Lord Jim’ -otro hito-, un joven capitán que abandona a su tripulación y se pasa el resto de su vida purgando esa culpa. 

Actualidad

Y claro, también se le puede reprochar a Conrad que en ninguno de sus libros fuera capaz de construir un retrato femenino convincente. Virginia Woolf, que lo admiraba mucho, intentó defenderlo por la tangente diciendo que sus mejores retratos femeninos eran los barcos. Eso es amor.

Cierto es que su prosa es excesivamente densa y a menudo muy digresiva, pero adentrarse en sus libros es la mejor de las aventuras lectoras, para ellos y para ellas. Y sí, se puede empezar por 'El corazón de las tinieblas’, traducido por el colombiano Juan Gabriel Vásquez, uno de los autores actuales que más le debe a Conrad, recién rescatada por Alfaguara. Y luego seguir el derrotero de sus historias, impulsadas por los vientos y el salitre, para alcanzar el mejor de los puertos: su comprensión desde el siglo XXI.

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