Entrevista

Pedro Casablanc: "El teatro es en vivo, queda como experiencia y no se puede hacer con Inteligencia Artificial"

El televisivo intérprete, junto al pianista Mario Molina, desentraña las claves creativas y también éticas del autor de ‘Luces de bohemia’

Pedro Casablanc.

Pedro Casablanc.

Olivia Pozo

El televisivo Pedro Casablanc presenta su particular homenaje a Valle-Inclán. A él y a Ramón Gómez de la Serna, el autor de esta pieza que hoy adapta y dirige Xavier Alberti y en la que su protagonista se acompaña del pianista Mario Molina.

¿Cómo describiría usted este espectáculo, Don Ramón María del Valle-Inclán?

Se trata de un homenaje musical que hace Ramón Gómez de la Serna a su maestro y su ídolo, Ramón María del Valle-Inclán. No es una obra de teatro al uso, es una especie de charla o de cabaret literario, como lo queramos llamar, en el que Ramón Gómez de la Serna hace un retrato muy admirativo de Valle-Inclán y donde cuenta anécdotas de su vida, cómo se enfrenta a la literatura... Fue un tipo muy conflictivo y divertido, un revolucionario de su época que no se callaba nada. Fíjese que en una tertulia literaria perdió un brazo tras una pelea...

¿Qué le aportan a usted estos personajes y qué les aporta usted a ellos?

Por lo pronto, la admiración que también siento hacia ellos. Yo creo que es como un tercer eslabón: Serna admiraba a Valle-Inclán y Pedro Casablanc los admira a ambos, y por eso hago este espectáculo. Y a ellos les aporto mi experiencia como actor de teatro, en el que llevo ya muchos años, y el deseo por descubrir una faceta nueva mía como intérprete que es la de actor de musicales. 

¿Qué diferencia diría que hay entre Valle-Inclán, Gómez de la Serna y usted? 

Supongo que la diferencia de épocas en las que vivimos, yo soy hijo de mi época, que es los 2000 ya, y tengo muy poco que ver con la valentía y con el arrojo que podían tener estos hombres en una España de preguerra, aunque la España que estamos viviendo en estos días también está siendo una muy de preguerra, que recuerda tremendamente a la previa al estallido de la Guerra Civil. Gómez de la Serna era mucho más joven que Valle-Inclán y pudo exiliarse, mientras que Valle-Inclán murió antes de que estallara la Guerra Civil, en el año ‘36, y no pudo asistir a esa «danza esperpéntica», como dice Ramón Gómez de la Serna, que fue la Guerra Civil.

Vemos que esta obra es en parte una reflexión también sobre la validez de la literatura y sobre una época donde el arte y la vida se empiezan a dar la mano. ¿Cree que con el tiempo se ha avanzado en el prejuicio en cuanto al trabajo de un escritor o en su caso de un actor?

Nuestro trabajo de actores está bastante valorado en estos tiempos, incluso más que en la época de Valle-Inclán. Afortunadamente, con la proliferación de plataformas de streaming nuestro trabajo tiene mucha más visibilidad y se valora, aunque siempre haya un sector de la sociedad que efectivamente no lo vaya a hacer nunca. Pero es evidente que hacemos un bien para la sociedad: somos los que llenamos el tiempo de ocio y de aprendizaje dentro de éste. Ver películas o ir al teatro, eso siempre nos va a enseñar y nos va a hacer más grande el alma. 

¿Cómo sobrevive el teatro en estos tiempos? Parece inmune a muchas cosas...

Por ejemplo, ahora tenemos acceso directo a redes sociales y a todo tipo de grabaciones e imágenes; ese acceso tan democratizado le termina viviendo bien al teatro, que es en vivo. Y es, por ejemplo, inmune a la Inteligencia Artificial: no se puede hacer teatro con Inteligencia Artificial.

Pero usted empezó en esto queriendo ser actor de cine.

Sí. El cine a mí me gusta mucho, siempre quise ser actor de cine, pero al final acabé dedicado en cuerpo y alma al teatro. Al final, si me pregunta qué me gusta más, el cine o el teatro, pues todo depende: hay obras de teatro que llenan más que otras, y hay películas que llenan más que otras. Son medios diferentes. Ahora mismo estoy feliz girando con esta obra pero también porque sigo trabajando activamente ante las cámaras. Las dos facetas de mi trabajo me satisfacen completamente.

Da la sensación de que el espectador de teatro es más crítico que el de cine. ¿Es así?

Sí, seguramente. En el teatro es más difícil la conexión con el público, porque yo creo que es una conexión más espiritual, una conexión más mística. Lo que pasa encima del escenario si te aburre no lo puedes soportar. Una película, si te aburre, puedes quedarte viendo los colores, mirando la fotografía, escuchando la música, pero el teatro es palabra, el teatro es conexión con el público y si no conectas es como con el amor, si no hay conexión no hay nada que hacer.

¿También las obras de teatro tienen como fecha de caducidad, las ves y ya no se ven más.

Porque no hay un registro ni gráfico ni de imagen; puede haberlo, pero no interesa. El teatro si no es en vivo no tiene ningún sentido. Asistir a una buena obra de teatro como es el caso de Valle-Inclán a través de Gómez de la Serna es una experiencia inolvidable. Ahora tenemos acceso a todas las películas, las podemos ver, podemos dejar de verlas, pararlas, echarlas para atrás... El teatro es ese momento único que queda como una experiencia en la trayectoria vital de cada uno.