Rampante estrella pop
Harry Styles o cómo burlar la maldición de la ‘boy band’
El cantante británico se rebela contra su destino de probable juguete roto y triunfa contra pronóstico con ‘Harry’s house’, álbum cuya gira le lleva este miércoles a un Estadi Olímpic con las entradas agotadas
Jordi Bianciotto
No hace música urbana, evita esos ‘featurings’ tan de moda y no lanza ‘singles’ separados de sus álbumes; ofrece una imagen andrógina que puede desconcertar, parece enamorado de la colección de discos de sus padres y, lo peor, procede de una ‘boy band’. ¿Anatema? Con tantas cosas que parecen chirriar, puede sorprender el acceso de
Harry Styles
a la primera división del pop, con una gira de grandes recintos que lo trae este miércoles al Estadi Olímpic (entradas a 90-250 euros que se agotaron el día que se pusieron a la venta, el pasado septiembre).
Un escenario este que ya conoce, puesto que lo pisó con sus colegas de One Direction hace nueve años casi exactos (8 de julio de 2014). Eran otros tiempos: Styles operaba dentro de una maquinaria disciplinaria donde los integrantes del grupo se complementaban y cuyo carisma y valor individuales, fuera de la foto colectiva, estaban por demostrar. De esas fórmulas, solo raramente salen solistas triunfantes: Justin Timberlake (N’SYNC), Robbie Williams (Take That). Y ahora, el risueño y sensible Harry, que mostró arrojo e inquietudes distintivas cuando, en 2017, se lanzó a la arena con su primer álbum individual mientras One Direction anunciaba un parón que se presumía temporal.
Músicas con historia
Aquel disco lo mostraba como un admirador de sonoridades un tanto ‘retro’: soft-rock y folk-rock californianos en la estela del mitificado Laurel Canyon, guiños cósmicos a lo Bowie y Pink Floyd (‘Sign of the times’, nada menos que el primer ‘single’). Su primera gira pasó por el Palau Sant Jordi (que no logró llenar). Y la segunda, ya a lomos del siguiente álbum, el reafirmador ‘Fine line’ (2019), no llegó a despegar por causas pandémicas. De ahí a ‘Harry’s house’, el bonito artefacto que acompaña su regreso a Barcelona. De aquella pausa anunciada por One Direction ya nadie se acuerda: todo apunta a que la ‘boy band’ es historia.
Aunque ‘Harry’s house’ sea un álbum surgido de la vida confinada, no alberga empachos de trascendencia ni tostones autocompasivos, sino que suena franco, juguetón y hasta liberado. Obra de canciones llanas, bailables, de fácil manejo, con unos pocos vestigios de la canción acústica que le dan un poso confesional. El calendario ha avanzado algunas páginas, pero tampoco muchas: hay ecos de los 80 y los 90 en esa química synth-pop y en la gimnasia soul-funk. Y emerge una canción, ‘As it was’, erigida en su mayor logro, con esa cenefa de sintetizador que haría feliz a OMD o a-ha y su vibración en torno a cierta luminosidad infantil (cuyo pórtico lo pone la voz de su pequeña ahijada, Ruby Winston: “vamos, Harry, te queremos decir buenas noches”).
Dentro de casa
Styles transmite bienestar interior, calor doméstico, entendimiento con los tuyos. Apego al espacio físico, literalmente, y por eso lo entrevistó la (muy popular) revista estadounidense ‘Better homes & gardens’. En su sentido más filosófico, ‘Harry’s house’ es un reflejo de su sentido de la convivencia, regada con detalles de la vida cotidiana y con la ocasional visita de supuestos fantasmas del pasado. Ahí no son ajenas las drogas, que salpican algunos textos: “compartimos la última raya, luego nos bebimos el vino” (‘Satellite’), “leyendo el horóscopo, te estabas metiendo
cocaína
en mi cocina, nunca escuchas; espero que ya me estés echando de menos” (‘Daylight’).
Con estas canciones traza Harry Styles su camino al estrellato, manejando valores como la sinceridad y la naturalidad, sin ser el más moderno de la clase, pero facturando golosos ingenios pop. El adolescente de 16 años que se hizo notar en ‘The X Factor’ apunta, a los 29, a lo más alto, manteniendo a raya en lo posible la banalidad informativa (las preguntas sobre sus ligues le resultan “obsoletas”, ha dicho) y suspirando no solo por llenar estadios sino, más difícil todavía, permanecer en ellos, y deslizando la idea de que el 'mainstream' bien puede ser compatible con la vida inteligente.
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