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Los directores de Noches del Botánico: "Este va a ser el primer año en la historia que Madrid facture más en música que Cataluña"

Los responsables del festival más extenso del verano madrileño conversan sobre su ubicación única, la competencia recién llegada y un tanto desleal, el precio de las entradas o la rivalidad musical entre la capital y Barcelona

Los directores de Noches del Botánico, en el escenario del festival.

Los directores de Noches del Botánico, en el escenario del festival. / ALBA VIGARAY

Jacobo de Arce

Julio Martí y Ramón Martín llegan risueños a la entrevista en una mañana soleada de primavera. Están en pleno montaje de su festival, el que ocupa más fechas del verano madrileño y que cada noche llega a acoger a unos 4.000 espectadores. No es un Bernabéu con Taylor Swift, pero supone una infraestructura importante que incluye un gran escenario, gradas para unas 2.000 personas, un montón de barras y puestos de comida y unos baños de los de verdad, no esas cabinas químicas que se ven en otras citas. Charlando en los terrenos del Jardín Botánico de la Universidad Complutense, rodeados por diferentes especies vegetales en plena eclosión estacional y con la visita frecuente de una familia de patos que van a lo suyo, extraña no escuchar apenas un ruido del montaje en el recinto. Hasta en eso ponen cuidado esta pareja de promotores musicales, que saben de la importancia de no molestar a alumnos y personal de la universidad en fechas críticas como los exámenes de fin de curso o las pruebas de la EBAU.

Noches del Botánico, el festival del que todo el mundo alaba el entorno idílico en el que se celebra y lo bien que funciona a todos los niveles, de sus barras a su equipamiento musical, llega este año a su octava edición. Arrancó en 2016 y esta debería ser la novena, pero ya sabemos qué pasó en 2020. El año siguiente se celebró con restricciones, y desde entonces no ha dejado de crecer en todos los sentidos: este verano abarca unas maratonianas 55 noches en el espacio exacto de dos meses, los de junio y julio. Apenas cinco días se dejan por ahí sueltos sus organizadores para tomarse algún pequeño descanso y ajustar lo que sea necesario.

Antes de que Julio Martí, el codirector encargado de la programación, y Ramón Martín, la parte al mando de logística y organización, ocupasen estos terrenos de la Complutense, ya lo había hecho un pequeño festival, el Complujazz, que fue el primero en ver el potencial del lugar. Martín era en aquellos años uno de los organizadores de Dcode, que se celebraba a solo unos cientos de metros, en el campo de rugby de la universidad. Su compañero, veterano promotor especializado en jazz y músicas del mundo, había decidido ya por entonces abandonar los grandes recintos y concentrarse en los de tamaño medio y en salas (hoy es uno de los socios de la Sala Villanos y de su festival asociado, Villanos del Jazz). Cuando decidieron hacer algo juntos, este exhuberante rincón de la Ciudad Universitaria, se presentó como el enclave ideal.

No queríamos hacer un festival de nicho, sino uno un poco más abierto, pero con una filosofía especial. Algo diferente a los grandes eventos, más cuidado”

Ramón Martín

— Codirector Noches del Botánico

“Yo llevaba muchos años trabajando con el Ayuntamiento en los Veranos de la Villa, pero dejaron de hacerlos en el exterior y los pasaron al Teatro Circo Price, que era quitarle todo el encanto. Así que cuando descubrimos esto, le dije: ‘Ramón, yo traigo a mis grupos aquí’. Y él dijo: ‘Yo convenzo a la universidad’. Así entramos”, relata Martí. “No queríamos hacer un festival de nicho -apunta su compañero-, sino uno un poco abierto, pero con una filosofía especial. Algo diferente a los grandes eventos, más cuidado”. Disfrutar del propio recinto era una de las claves de lo que estaba por nacer.

Ramón Martín (izda.) y Julio Martí, codirectores de Noches del Botánico, en el recinto donde se celebra el festival.

Ramón Martín (izda.) y Julio Martí, codirectores de Noches del Botánico, en el recinto donde se celebra el festival. / ALBA VIGARAY

Ese recinto ha ido creciendo con el tiempo, algo a lo que ayudó la pandemia. Al principio no se podía pisar el césped. Ahora hay cada vez más zonas autorizadas en el verde donde se puede descansar y tomar algo, con hamacas y unas pequeñas mesitas para acomodar platos y copas. Todo, claro, supervisado por la universidad. “Llevamos tres rectores y con todos ha habido buena sintonía”, aseguran. Dicen que ellos son los primeros en entender la importancia de preservar el espacio. Para ser lo menos invasivos posible, la electricidad se toma de la red de la zona. Así evitan utilizar generadores contaminantes. Lo mismo sucede con el agua. Aquí no hay váteres químicos que puedan dañar el entorno. Y las ramas de los árboles que estorban en el backstage, por ejemplo, están atadas, porque apenas se puede poder nada.

Si alguien llega nuevo debería buscar su propio camino. Lo que no se puede hacer es copiar"

Julio Martí

— odirector de Noches del Botánico

Este año, a ese producto más o menos único que era hasta ahora Noches del Botánico, un festival de estilos variados, pensado para públicos adultos, en un entorno idílico y con un apartado gastronómico cuidado, le ha salido un rival más pequeño, pero que lucha por un target muy parecido con herramientas similares. El Alma Occident es una delegación del original catalán que, a lo largo de un par de semanas del mes de junio, reunirá en el Parque Enrique Tierno Galván propuestas como Róisín Murphy y Alison Goldfrapp en programa doble, Jorge Drexler, Vetusta Morla, Nile Rodgers & Chic, Deep Purple o Jaime Cullum. Esa competencia tan directa no ha sentado muy bien en el festival complutense. “Si alguien llega nuevo debería buscar su propio camino. Lo que no se puede hacer es copiar", dice Julio Martí, que duda de que hayan calculado bien su alcance. “No deberían pelear por artistas que son de una capacidad como la nuestra y los llevan a una inadecuada. Hay que tener un poco de sentido común”.

Sobre si existe esa tantas veces mencionada burbuja festivalera, los dos promotores dicen que el problema ya no es ese. “El problema es que han aparecido a tope los estadios. Aunque eso afecta más a los festivales mainstream que a nosotros. Está más preocupado Mad Cool, por ejemplo, que sí que es ese público”. Lo que está por ver es cómo va a afectar esa incorporación a la tradicional pugna musical entre Barcelona, capital festivalera y musical por antonomasia, y Madrid, que siempre ha ido a rebufo. “Son dos plazas muy diferentes. Pero los catalanes son unos llorones -bromea Julio-, y se ve en los números. Ha terminado la temporada y en 2023 se vendieron 40 millones más de euros en Barcelona que aquí. Pero este año ya no va a ser así por eso, porque en Madrid han entrado los estadios. Este va a ser el primer año en la historia que la Comunidad de Madrid va a facturar más en música que la catalana. Lo veremos".

Dos meses maratonianos

Durante los dos meses que dura Noches del Botánico, sus codirectores no paran desde las 9 de la mañana hasta las 2 de la madrugada. Su equipo lo forman 300 personas que trabajan cada día para las 4.000 que puede llegar a reunir un aforo completo. Cuando se les pregunta por las novedades de este año, la mayoría son técnicas: han ensanchado un poco más el escenario, han mejorado los muelles para los tráilers de los artistas y han ampliado la grada para que todo sea más fluido. “Nuestra norma siempre ha sido ‘no colas’. No concebimos pasar diez minutos para pedir una cerveza”, dice Ramón Martín. Otra seña de identidad es la limpieza de los baños. Con ese mismo fin de evitar esperas, este año han duplicado los de mujeres.

Al hilo de esto, dicen haber notado cómo con los años ha aumentado el porcentaje de público femenino. Esto tiene su efecto en detalles menores pero curiosos, como lo mucho que subido el consumo de vino blanco. "Cuando empezamos nadie pedía vino, ahora tenemos hasta una vinoteca". Últimamente les han preguntado mucho por el tema de las mujeres en el programa, pero Julio dice que “no pensamos en que el cartel tenga que ser paritario, nos encanta contratar a mujeres. Hay montones a las que les insistimos año tras año y no vienen: Fionna Apple, Tory Amos... ¡Yo lo intenté antes de jubilarse con Joni Mitchell y no hubo manera! Pero es verdad que no son las mujeres lo que la gente viene a ver más al festival, y son artistazas", se queja. Señala potentes carteles dobles de este año como el de Marisa Monte y Eva Ayllón, o el de Madeleine Peyroux y Lianne la Havas. Tienen un total de 31 mujeres cabeza de cartel. Con varias fechas que ya están sold outMitski, PJ Harvey, Julieta Venegas

Si yo a un grupo que vale 80 le acabo pagando 100 muestro debilidad, y la próxima vez no me lo ofrecen a 80. Para ser sostenible económicamente, hay que parar cuando sabes que no debes pagar más”.

Julio Martí

— Codirector de Noches del Botánico

Cuando se realizó esta entrevista, hace ya unos días, llevaban vendidas 140.000 entradas y 20 conciertos agotados. El año pasado vendieron 150.000, una cifra que ya habrán rebasado cuando arranque el festival. Sobre el discutido precio de las entradas de los conciertos reconocen que es “el caballo de batalla”, y dicen que hacen todo lo posible por manternerlos en las cifras justas. Lo pactan con los artistas, aunque a menudo son ellos los que piden subir los tickets. Ahí, aseguran, se muestran firmes. “Hay artistas que nos los han quitado otros festivales que pagaban más”, afirma Ramón. “Pero si yo a un grupo que vale 80 le acabo pagando 100 muestro debilidad -defiende Julio-, y la próxima vez no me lo ofrecen a 80. Para ser sostenible económicamente, hay que parar cuando sabes que no debes pagar más”. Los festivales que nacen, sostienen, ofrecen mucho dinero a los cabezas de cartel porque tienen que hacerse notar, y eso encarece el mercado.

Ramón Martín y Julio Martí, el día de la entrevista.

Ramón Martín y Julio Martí, el día de la entrevista. / ALBA VIGARAY

También están los conciertos con los que no ganan. “¡Si tuviéramos 55 conciertos rentables seríamos la polla. Nos contrataría Live Nation como los mejores programadores del mundo!”, dice Martí a carcajada limpia. ¿Cuáles han pinchado? “Mira, hay un género que siempre nos insisten que hagamos, porque hay gente mayor que le gusta, y nunca nos funciona: el reggae. Pero no dejamos de hacerlo, siempre tiene su huequecito”. Este año lo que han hecho es mezclarlo con flamenco en el concierto El mundo flamenco saluda a Bob Marley.

El artista que más veces ha actuado en Noches del Botánico es Iván Ferreiro, que vuelve este año. Los hay que la primera vez no llenan, pero la segunda sí, como Tom Jones. "Esta vez ya ha vendido todas las entradas un mes antes”. Lo atribuyen al boca a boca después del primero. Este año están especialmente contentos de que Anohni and the Johnsons den aquí uno de sus cinco conciertos en Europa. En el capítulo de las apuestas, Martí habla con entusiasmo de Jalen Ngonda, "el nuevo Marvin Gaye". Actúa en programa doble con Paolo Nutini. De las cosas que no han salido, se ríen con Van Morrison. "Hace 20 días nos contestó que no aceptaba la oferta. Menos mal, porque habíamos cerrado la lista hace dos meses".

Lo de Morrison es un caso raro, porque aquí, más bien, quiere venir todo el mundo. Hay noches inolvidables no solo para el público, sino también para los artistas. El guitarrista Steve Vai se puso a llorar a lágrima viva en el escenario al terminar su actuación de la pura emoción. Se genera, dicen, "una química que produce muy buenos conciertos”. Per no solo en los momentos del directo. “Los hay que ni siquiera se van a comer al hotel. Wilco llegaron, hicieron la prueba de sonido por la mañana y ya no se fueron hasta que acabó el concierto”, cuenta Ramón. A otros, más nocturnos, han tenido que sacarlos del recinto con espátula a las 2 de la mañana. Esa, más allá de la taquilla, es la mejor prueba del éxito de Noches del Botánico, que el próximo martes 4 de junio arranca, con Mitski y con más fuerza que nunca, la más ambiciosa de sus ediciones.