¡Qué mal Brasil! ¡Y qué mal Vinicius Jr.!

Al equipo de Dorival Junior se le vieron las costuras y no pasó del 0-0 ante una Costa Rica que sobrevivió con un buen orden defensivo

Vinicius Jr. que fue acabó sustituido, fue el peor de la Seleçao y personificó la actuación aciaga de la Canarinha

Vinicius Jr. tuvo una actuación nefasta con Brasil

Vinicius Jr. tuvo una actuación nefasta con Brasil / EFE

Joaquim Piera

Joaquim Piera

¿De qué le ha servido a Brasil tener más de tres semanas de preparación para la Copa América? Pues, a priori, de nada. Su puesta de largo ante una Costa Rica, que se ha presentado al torneo continental vestida de Cenicienta, fue un fiasco. El 0-0 es un fracaso descomunal, que exhibe todas las limitaciones de una Seleçao previsible, sin magia e incapaz de hacerle ni un solitario gol a un (buen) portero, como Patrick Sequeira, que juega con el Ibiza en la Primera RFEF.

Brasil - Costa Rica

Copa América - Grupo D

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Alineaciones
Brasil
Alisson; Danilo, Marquinhos, Éder Militao, Guilherme Arana; Bruno Guimaraes, Joao Gomes (Gabriel Martinelli, 83'), Lucas Paquetá; Raphinhan (Savinho, 70'), Vinicius Jr. (Endrick, 70 'y Rodrygo
Costa Rica
Patrick Sequeira; Mitchell, Juan Pablo Vargas, Calvo; Quirós, Brenes (Alejandro Bran, 64'), Galo, Lassiter (Joseph Mora, 92'); Zamora, Ugalde (Madrigal, 64') y Aguilera (Taylor, 92').

La Canarinha es, sin duda, la gran decepción de la primera jornada de la Copa América. Ha sido la única gran selección en debutar sin victoria y, ahora mismo, está a años luz de Argentina, vigente campeona y favorita número uno a revalidar el título.

O el equipo de Dorival Junior reacciona o lo tendrá muy difícil para pasar a los cuartos de final, teniendo en cuenta que ahora le quedan los dos adversarios más complicados: Paraguay y Colombia.

Un aburrimiento lineal

La Seleçao dominó, dominó y dominó, pero le costó Dios y ayuda crear oportunidades de gol. El monólogo brasileño, con el control absoluto de la posesión, se transformó durante muchos minutos en un concierto de desajustes, imprecisiones y precipitaciones, personificados en Vinicius Jr., que terminó el primer tiempo con 12 balones perdidos y sin haber chutado a portería. Eso sí, tuvo su protagonismo protestando con sus aspavientos habituales uno de aquellos penaltis que le suelen regalar los árbitros españoles cuando va vestido de blanco en una carga legal de Quirós.

Brasil, mal posicionado, topaba ante su propia inoperancia, porque el sistema defensivo de los costarricenses, ordenado y solidario, no era de aquellos asfixiantes. Los pupilos de Gustavo Alfaro se limitaron a achicar espacios, con ello tuvieron suficiente para mantenerse a flote.

Raphinha tuvo dos oportunidades claras en el primer tercio de la primera mitad, pero no tuvo fineza y pulcritud en el remate. Allí estuvo el partido.

Que Brasil acabara recurriendo al balón parado para solucionar el desaguisado era lógico. Y, en una jugada ensayada, Raphinha sirvió desde la izquierda para que Rodrygo, de cabeza, dejara el balón en el segundo palo donde marcó Marquinhos. El VAR, sin embargo, actuó, y el tanto fue anulado por milímetros.

El 0-0 del descanso pesaba como una losa a los ‘canarinhos’, porque escenificaba su nulidad creativa y ofensiva. El invento de colocar a Rodrygo como falso '9' no acabó de funcionar, porque no generó situaciones tácticas que favorecieran la incorporación de la segunda línea o la asociación con los dos extremos.

Incomprensiblemente, Brasil repitió los mismos errores tras el descanso. Apretaba pero no ahogaba. Casi marca de un zapatazo de Paquetá que se estrelló en el palo (min. 63), pero poca cosa más.

Dorival Junior tardó demasiado en mover el árbol. En el minuto 70, sacó a Vinicius (cero finalizaciones, ningún regate completado y 18 balones perdidos) y Raphinha, y entraron Savinho y Endrick. El extremo del Girona fue más pirotécnico, mientras que el futuro delantero del Madrid pasó desapercibido. El panorama no mudó, ni tan siquiera cuando Martinelli hizo acto de presencia.

En los últimos minutos, aumentó la presión y también la precipitación de los brasileños, que acabaron siendo un manojo de nervios buscando una jugada milagrosa que nunca llegó.