El clásico de 1968: La muerte de Benítez unió a culés y blancos

El clásico se aplazó dos días por el fallecimiento de Benítez

El clásico se aplazó dos días por el fallecimiento de Benítez / sport

David Salinas / Toni Closa

Benítez era uno de los jugadores más queridos por la afición en aquellos años de escasas alegrías deportivas. Y no sólo por su extraordinaria clase futbolística sino por sus maneras y simpatía. Los adoraban, también, sus compañeros. Eran, según todos, un ‘niño grande’.

Aquel Barça-Madrid, de la 27 jornada de Liga, estaba fijado para el domingo 7, a las 20 horas. Era un partido a vida o muerte para los pupilos de Salvador Artigas que acababan de perder en Pasarón ante el Pontevedra (1-0) y quedaban a tres puntos del cuadro de Miguel Muñoz. Sólo valía ganar.

Entre la decepcionante derrota y el clásico hubo parón ya que la selección jugó en Wembley. Este ‘impasse’ hizo que se viviera una larguísima previa. La ‘gent culer’ se olvidó, poco a poco, del traspié y fue volcándose en el choque. A fin de cuentas aún quedaban opciones de título. 

Pero la vigilia del partido saltó la terrible noticia. Benítez estaba ingresado desde la madrugada en el Hospital de la Creu Roja, en estado muy grave. Las informaciones eran contradictorias, ni siquiera sus compañeros ni la mayoría de dirigentes del club tenían conocimiento de lo que acontecía realmente. Según la crónica del recordado Paco Peris en ‘R.B.’, Chus Pereda, la noche del viernes, había alertado a su suegro, el directivo Jordi Soler Cabot de que su compañero se encontraba muy mal. El joyero telefoneó al vicepresidente Lluís Sabaté y se dirigieron a su domicilio. Contactaron con el Dr. Alcántara que determinó su urgente ingreso. 

El sábado, a primera hora, la noticia fue propagándose rápidamente y hubo avalancha de visitas al centro hospitalario. Alrededor del mediodía los doctores Baxarias, Tornos y Altisench facilitaron un parte facultativo que concluía con un “Pronóstico: gravísimo”. A les 15,47 su corazón dejó de latir. El impacto de la muerte fue terrible. Nadie podía dar crédito a lo sucedido. Sus compañeros lloraron desconsoladamente en el Hotel Jaume I al igual que miles y miles de barcelonistas. 

Las preguntas estaban en el aire. La primera, claro, la causa de su muerte. Se habló de una intoxicación provocada por unos mejillones en mal estado ingeridos en Andorra, desmentida por los galenos. Y se hicieron otras especulaciones de la más diversa índole, algunas realmente graves. Su viuda Pilar llegó a insinuar que había sido envenenado. Lo cierto es que no se pudo determinar la clase de virus que le había atacado. Posiblemente, el que hubiera sufrido dos hepatitis años atrás resultó letal.

Barça y Madrid determinaron aplazar dos días su choque. Y el domingo, a partir de las diez de la mañana, quedó instalada la capilla ardiente en el Camp Nou. Desfilaron alrededor de cien mil barcelonistas. El madridista Paco Gento, con quien mantenía cada partido duelos épicos, sufrío una crisis nerviosa en el velatorio. Fuera del campo se habían hecho muy buenos amigos.

El lunes por la tarde tuvo lugar el sepelio. Sus compañeros y Artigas portaron el féretro. La ceremonia religiosa, en Sant Ot, fue multitudinaria también. Fue enterrado en el cementerio de Les Corts.

¿Y el partido? Pues, al empezar se vivió un momento insólito, el público ovacionó al Madrid cuando saltó al césped, reconociendo el comportamiento del club blanco en estos difíciles momentos. El minuto de silencio fue sobrecogedor, con la mirada de la gente dirigida a la parcela por la que Benítez había corrido tantas y tantas veces durante siete años. Pese a su estado de ánimo, los blaugrana salieron fuertes y marcaron pronto por medio del capitán Zaldúa pero Pirri empató antes del descanso y el 1-1 se mantuvo hasta el final. Y se esfumó otra Liga. Quién sabe lo que hubiera pasado en otras circunstancias...