¿Qué fue de Zaldúa? De los goles a los yogures

Zaldúa fue capitán en la famosa final de Copa de 1968

Zaldúa fue capitán en la famosa final de Copa de 1968 / Sport

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Todo fue fruto de la casualidad; de una casualidad que acabó durando 32 años. José Antonio Zaldúa acababa de colgar las botas después de diez años en el Barça y cuatro en el Sabadell y estaba decidido a encaminar su vida hacia los banquillos. Se sacó el título de entrenador en Madrid, pero en ese momento se cruzó en su vida Antoni Portabella, directivo del Barça y de Danone.

Le ofreció encargarse de organizar el departamento deportivo de la empresa: se trataba de crear un equipo competitivo con jugadores procedentes del fútbol catalán e incluso ex del Barça para competir en torneos de empresas. Lo hizo con éxito, mientras compaginaba su trabajo con el del departamento de marketing de Danone.

“Sacrifiqué el fútbol para dedicarme a la empresa. Ya tenía tres hijos y no quería ir dando vueltas por el mundo, de banquillo en banquillo”, recuerda ahora Zaldúa, jubilado desde hace diez años. Desde las oficinas de Danone en la calle Buenos Aires de Barcelona, Zaldúa se encargaba de las campañas de publicidad de una de las empresas más potentes del país. “Empecé de cero. Mis compañeros me ayudaron mucho, pero nadie me regaló nada”, reflexiona. Llegó un buen día a Danone, con su título de bachiller y su experiencia de 16 años en el fútbol de elite (Valladolid, Barça, Osasuna y Sabadell), y se quedó más de tres décadas.

Del Baztán al Camp Nou

Su historia arranca en el corazón del valle del Baztán, en Elizondo, donde nació en 1941. Su padre, que era taxista y mantenía un taller de bicicletas, le llevó a Pamplona a los 15 años para jugar en el Oberena de la capital navarra, de donde le fichó el Valladolid gracias a sus actuaciones en la selección juvenil de Navarra. Tenía 17 años cuando se trasladó a Castilla. “Lloraba cada vez que mi padre me dejaba allí, pero luego el destino me reservaría una curiosidad, porque mi mujer es de Valladolid”.  

A los 19, le llegó la llamada del Barça. “Gracias al dinero que el club recibió por vender a Luis Suárez al Inter, pudo fichar a varios jugadores; Pereda, Zaballa, Pesudo, yo mismo”. El día de su estreno, en el partido homenaje a Kubala, se hizo una foto que guarda como un tesoro, junto a Kubala, Di Stefano y Puskas: un chaval con cara de niño entre tres gigantes. Fue Fusté quien le puso el apodo de el ‘Nene’, por sus rasgos infantiles. Aún hoy, cuando se ve con sus compañeros de quinta en la Agrupació Barça Jugadors, Zaldúa sigue siendo el ‘Nene’.

Historia en la Copa de Ferias

Sus diez años en el Barça dieron para mucho: un partido histórico, en el que se jugó el 6 de octubre de 1965 en el Camp Nou entre el Barça y el Utrecht, correspondiente a la Copa de Ferias. Zaldúa se convirtió en el primer jugador de la historia del Barça en anotar cinco goles en un partido internacional. Solo le igualaría en 2012 Messi, ante el Leverkusen. 

En esos diez años, Zaldúa se ganó fama de goleador potente y fajador, trabajador incansable, capaz de anotar desde ángulos inverosímiles y de fallar lo más evidente. La llegada de Vic Buckingham al banquillo del Barça finiquitó la etapa blaugrana de Zaldúa. “No le caí bien, supongo. Fue duro irme del Barça, pero es la ley del fútbol”, asume. 

Recibió el partido de homenaje ante el Standard de Lieja (“fui el primer jugador no catalán en disfrutar de un homenaje así. me sacaron a hombros”) y se fue al Sabadell, donde la gente le cogió aprecio por su inagotable capacidad de trabajo. Vislumbraba ya el final de su carrera, y no tuvo problemas para dar el salto a la vida civil. Siempre fue una persona ahorradora y muy prudente con el dinero. 

Un plácida vida en el Maresme

Ahora Zaldúa vive en Llavaneras, disfrutando de la jubilación: golf, ‘pitch and putt’ y caminatas por el Maresme. Tiene nueve nietos que le llenan la agenda cada día de la semana. “Dos de ellas juegan al hockey en el Polo y en la selección catalana y me encanta ir a verlas”, confiesa. Cada verano, a finales de julio, en las fiestas de Santiago, viaja a su pueblo para visitar a su familia y jugar al mus con su cuadrilla. Pero de fútbol, nada de nada: con una prótesis en la rodilla, Zaldúa asume con naturalidad que todos los goles que tenía que meter ya están metidos y celebrados.