El vestuario blaugrana, indignado con Sergio Ramos
Sergio Ramos, mientras Cristiano Ronaldo le pregunta al espejo quién es el más guapo, agarra el estandarte blanco con su musculado brazo lleno de tatuajes para erigirse en líder y portavoz de todas las batallas del madridismo. En la salud, como cuando se unió al público del Bernabéu para celebrar la final de Kiev, y en la enfermedad, esa tensión antes, durante y después del Clásico. Sergio Ramos es la versión castiza de Gerard Piqué.
la batalla del ‘4’
El central madridista compró entrada para todos los saraos al grito de ‘no Ramos, no party’. Durante los noventa minutos, que completó pese a también comprar billetes en varias ocasiones para acompañar a Sergi Roberto, se encaró a Messi y a Luis Suárez, vivió, como resume su currículum disciplinario, en la frontera que separa la intensidad de la violencia. Algunas de sus acciones trasladaron al Camp Nou a la era Mourinho, cuando Arbeloa y Xabi Alonso repartían estopa con generosidad.
Suya fue, también, la decisión de no echar el balón fuera cuando Luis Suárez pedía asistencia médica tumbado en el césped. Lo confirmó el propio jugador en la zona mixta. Ramos encaró el Clásico como una batalla. Nada nuevo y tampoco nada que la plantilla blaugrana no acepte como parte del juego. No es eso lo que molestó a algunos de los futbolistas del Barça.
relato flojo y contradictorio
los de Valverde aceptan el reto si “lo que pasa en el césped se queda en el césped”. Pero no entienden que, en un intervalo de pocos segundos, Ramos se abrace a varios blaugrana, se lleve la camiseta de Iniesta, salga de la ducha y diga “la rivalidad debe quedarse en el campo”, “le he hecho yo más a Messi a lo largo de mi carrera que él a mí en cuarenta años” (sobre la entrada de Leo), combinado con “no estoy aquí para educar a nadie, suficiente tengo con los tres niños que tengo en casa” (sobre su decisión de no echar el balón fuera para que atendieran a Suárez) y, sobre todo, “Messi le ha metido presión (al árbitro) en el túnel”.
Por un lado, el capitán del Real Madrid pide que el partido solo dure los noventa minutos reglamentarios y, por el otro, acusa a Luis Suárez de teatrero y a Leo Messi de presionar a Hernández Hernández. Su actitud no sorprendió a nadie, pero parte del vestuario no pudo evitar sentirse estafado porque sus gestos amistosos cuando acabó el partido no tuvieron continuidad ante los micrófonos en la zona mixta.
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