La rodilla se entromete en la carrera de los hermanos Alcántara

Definitivamente, los hermanos Alcántara no tienen suerte con las lesiones. Más concretamente, con las lesiones de rodilla. Si primero fue Thiago el que tuvo que pasar por ese calvario, ahora es el turno de Rafinha.

El centrocampista del Bayern se quedó sin ir al Mundial de Brasil en 2014 a causa de una fuerte lesión en el ligamento interno de la rodilla sufrida en un partido frente al <strong>Hoffenheim</strong> en marzo del año pasado. Para colmo, intentando acortar los plazos de la recuperación para estar en la cita mundialista, Thiago recayó en mayo y tuvo que ser operado de nuevo, lo que le apartó definitivamente del Mundial. Ese percance significó el colmo de un primer año en Alemania cargado de contratiempos, ya que solo pudo disputar 16 de los 34 partidos de liga. 

Cuando parecía que veía la luz al final del túnel, Thiago volvió a recaer de su lesión en octubre del año pasado, teniendo que acudir al quirófano por tercera vez. "¿Por qué siempre me pasa a mí? De momento estoy decepcionado y desesperado", decía el ex del Barça totalmente abatido tras sufrir una rotura parcial de los ligamentos en una lucha por un balón dividido en el entrenamiento.

Un año y pocos días después de su último partido, <strong>Thiago</strong> reapareció a principios de abril en un encuentro frente al Borussia de Dortmund.

Pocos días después, el mayor de los Alcántara se enfrentó a su hermano <strong>Rafinha</strong> en las semifinales de la Liga de Campeones. Ambos coincidieron sobre el terreno de juego en el Camp Nou durante los tres minutos que disputó el azulgrana, que a la semana siguiente no jugó en el Allianz Arena.

Fue un momento especialmente feliz para Mazinho, ya que pudo ver a sus dos hijos en lo más alto del fútbol mundial. Una felicidad que, por desgracia, se ha visto frenada en seco solo seis meses más tarde. <strong>Rafinha</strong> tiene roto el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha y se perderá prácticamente lo que resta de temporada. La ley de Murphy en su más puro estado.