Laporta-Koeman: cronología de una relación con incontables idas y venidas

La relación entre el máximo dirigente y el ya exentrenador del Barça se ha caracterizado por una falta evidente de sintonía

Los desencuentros entre ambos han sido constantes en los menos de ocho meses que han coincidido en el Camp Nou

Así ha sido la llegada de Joan Laporta a la ciudad deportiva

Así ha sido la llegada de Joan Laporta a la ciudad deportiva para reunirse con la plantilla del Barça tras la destitución de Ronald Koeman / Javier Ferrándiz

Jordi Carné

Jordi Carné

Joan Laporta y Ronald Koeman han protagonizado una historia con incontables idas y venidas. Una aventura basada unas veces en el amor conjunto por el Barça y en otras ocasiones en el ‘odio’ fruto de las discrepancias futbolísticas. Durante los 234 días que han transcurrido entre las elecciones a la presidencia del club azulgrana y la destitución del técnico neerlandés, la relación entre el máximo dirigente y el entrenador ha vivido desencuentros públicos que no han podido esconder que la figura del héroe de Wembley solo se ha mantenido en el banquillo del Camp Nou por la delicada situación económica de la entidad y por la falta de consenso de la cúpula directiva culé a la hora de encontrar el sucesor.

Intenten buscar una declaración de Joan Laporta durante la campaña electoral en la que afirmara rotundamente que confiaba en Koeman como técnico del primer equipo. No la encontrarán. El entonces candidato a los comicios insistió constantemente en su voluntad de trasladar confianza y optimismo al míster y a la plantilla hasta el final de la pasada temporada, pero entre líneas ya se podía intuir que Ronald no era santo de su devoción. Cuando tomó posesión, su discursó no varió ni un milímetro. Tampoco cuando se ganó la Copa del Rey en La Cartuja. No lo ratificó tajantemente en ningún momento… y el pésimo final de Liga del Barça disparó las dudas de ‘Jan’ con el proyecto del neerlandés.

El 18 de mayo, en la ‘XXIV Festa de L’Esport Català’ organizada por la Unió de Federacions Esportives de Catalunya (UFEC) y el diario SPORT, Laporta anunció el inicio de un nuevo ciclo y avisó que perder empezaría a tener consecuencias. Pocos días más tarde, proclamó el inicio de un período de reflexión para tantear un posible cambio de entrenador. No se lo escondió a Koeman: fue sincero con él (quizás demasiado) y le reconoció que la posibilidad de que fuera destituido un año antes de que expirara su contrato era real. Finalmente, sin embargo, no encontró en el mercado a un técnico que satisficiera sus expectativas a nivel calidad/precio. El 3 de junio comunicó una continuidad completamente descafeinada. Y explicó, en el mismo día en el que se oficializó el regresó de Jordi Cruyff, que el hijo de Johan ejercería de “comodín” en caso de “urgencia”.

Durante el largo verano y a principios de temporada, la directiva del Barça se planteó renovar a Ronald mediante un acuerdo basado en el rendimiento y los resultados del equipo. La idea se quedó en nada. El 14 de setiembre, el Bayern de Múnich volvió a firmar otro desastre europeo del conjunto azulgrana. Esa misma noche se produjo una cumbre de madrugada entre Laporta, Yuste y Alemany que constató que en los despachos había muchas dudas alrededor del proyecto. ‘Jan’ inició una serie de vídeos en los que pedía “unidad” al barcelonismo sin mencionar ni apoyar en ningún momento a Koeman. El posterior tropiezo ante el Granada no ayudó a calmar las aguas. Al contrario. Generó más ruido y puso en entredicho a Ronald. En la rueda de prensa previa a la visita al Cádiz, que tampoco se saldó con triunfo catalán, el míster no aceptó las preguntas de los periodistas y se limitó a leer un comunicado que no había pactado con nadie. Tampoco con el presidente, que se mostró sorprendido y opinó que “no era necesario”.

Una situación insostenible

Cuando el entrenador tiene que salir para pedir tiempo a la afición e intentar legitimar su labor, es evidente que no se siente fuerte en su cargo. Que echa de menos el amparo de sus superiores. Los dirigentes, por su parte, reaccionaron a la mala racha de resultados y los problemas futbolísticos con una postura equidistante. Se limitaron a dejar pasar el tiempo. Prueba de ello son las declaraciones de Koeman tras la (nueva) debacle en Lisboa. “Siento que tengo el apoyo de los jugadores. ¿El del club? No lo sé”, dijo el técnico a finales de setiembre. Esa semana finalizó con el partido contra el Atlético de Madrid previo al parón de selecciones. El club filtró que pasara lo que pasara, Ronald estaba sentenciado. En cuestión de horas cambió todo. Los principales valedores del neerlandés convencieron a Laporta y el presidente lo ratificó antes del encuentro en el Wanda Metropolitano tras hablar con él en la Ciutat Esportiva. La decisión sorprendió a más de un directivo.

Menos de un mes después de que Laporta expusiera públicamente varios motivos para justificar la continuidad de Koeman, y el día después de que el holandés reconociera estar más tranquilo sobre su futuro en rueda de prensa, el Barça anunció ayer su destitución. Con la estima al club no alcanzaba. La situación era insostenible. El presidente no confiaba en el entrenador y el entrenador no confiaba en la plantilla. Sin remar todos juntos era imposible revertir, en un contexto económico muy desfavorable, una de las situaciones deportivas más complicadas de la historia culé.