Frenkie sale de la zona gris

Frenkie de Jong llegó al Barça como esos coches de diseño que entran por los ojos en los anuncios y terminas pagando el oro y el moro en cómodos plazos porque aquello no puede salir mal.

Ya lo dice Don Draper en una escena de la serie Mad Men: “La publicidad se basa en una cosa, la felicidad. Y, ¿sabes que es la felicidad? La felicidad es el olor de un coche nuevo. Es ser libre de las ataduras del miedo. Es una valla en un lado de la carretera que te dice que lo que estás haciendo lo estás haciendo bien”.  

De Jong fue exactamente eso. La promesa de que seríamos felices. De que, con él, estaba por venir un Barça mejor. Además se había criado en el Ajax, era holandés y mediocentro nada menos.

Fue la gran ilusión hasta que se puso a jugar y fue perdiendo brillo. Poco a poco fue dejando atrás aquella exuberancia, mezcla de elegancia y determinación, que enamoró a los aficionados del fútbol. Porque De Jong fue el mejor centrocampista de la Champions en su mejor temporada con el Ajax. 

Pero ni primero Valverde, ni más tarde Setién, lograron recuperar esa versión de Frenkie. La presencia de Busquets como mediocentro y su posición indeterminada en el campo jugaban en su contra.

También un equipo en descomposición y un club en plena crisis institucional. En su primera temporada De Jong jugó de mediocentro, de interior derecho y de interior izquierdo. Pero nunca con la naturalidad con la que lo hacía en el Ajax. 

De Jong con Koeman

Con Holanda en cambio era otro. Ahí sí disfrutaba. Y su entrenador tenía claro el diagnóstico. No está jugando en su posición.

Ese entrenador era Koeman. Así que cuando fichó por el Barça todo el mundo dio por hecho que De Jong daría un salto. Pero ese crecimiento no ha llegado de buenas a primeras. Ni en el contexto esperado. 

Su mejora ha llegado tras abandonar el doble pivote simétrico, más cerca de una propuesta cercana al 4-3-3. El gran cambio ha sido darle una altura diferente a la de Busquets, que hace el mediocentro posicional.

De Jong juega ahora sin cadenas y brilla cuando los partidos se rompen como ante la Real. Siempre fue un verso libre y nunca un mediocentro ortodoxo de la escuela Barça. Es en la anarquía cuando sale de la zona gris.