Gonzalvo III, el insobornable

El tercer integrante de la histórica dinastía barcelonista perteneció a esa rara estirpe de jugadores con aura, imprescindibles por talento, carisma y ejemplaridad. Lo tenía todo: inteligencia, fuelle, elegancia, llegada... Fue azulgrana entre 1941 y 1956

En 1949 declinó una mareante oferta del entonces poderoso Torino para no romper los lazos con el FC Barcelona

Marià Gonzalvo, el capitán del equipo de las Cinc Copes (1951-1952)

Marià Gonzalvo, el capitán del equipo de las Cinc Copes (1951-1952) / FCB

David Salinas

David Salinas

Marià Gonzalvo Falcón (Mollet, 2 de julio de 1922), pese a tener dos hermanos mayores (Juli y Josep) que también fueron futbolistas y jugaron en el FC Barcelona, no lo tuvo nada fácil para hacer realidad su sueño de ser profesional. La oposición paterna (aragonés de pura cepa y trabajador en una tenería) era tal que el cabeza de familia, que consideraba el fútbol una actividad deshonesta, solía advertirlos: “Como volváis a casa con una pierna rota, ¡os romperé la otra!”. Por este motivo, y otros, solían esconder sus equipaciones en un hoyo del jardín para no dar más munición a su padre... En ocasiones, cuando recuperaban la indumentaria para volver a jugar, “había criado musgo”, recordaba Marià, siempre sonriente y haciendo gala de una fina ironía. Algunas camisetas y botas acabaron en el fuego.

Por aquellos tiempos jugaba en el Avantguardistes de su población natal. Tenía 12 años y el fútbol era su vida. Se enroló después en el Mollet, donde coincidió con sus hermanos, aunque el trío no aguantó mucho tiempo al ser requerido Juli por el Europa. Poco después Marià seguiría sus pasos y llegaría al equipo escapulado (a cambio de dos trajes de confección) como amateur en 1938, pero ya destacaba como volante por ambas bandas. Llegó al primer equipo la campaña 1940-41. Lo tenía todo. Inteligencia, garra, fuelle, elegancia, llegada... Y una pasión desmedida por jugar. Un futbolista completo.

Su juego despertó de inmediato el interés del Barça, que lo fichó abonando 25.000 pesetas cuando todavía no tenía 19 años. Empezó jugando de interior en el Amateur para alternar poco después con los ases del primer equipo en partidos amistosos y debutar antes de que finalizara el curso 1940-41. Pepe Planas le dio la alternativa en un partido de Copa contra el Espanyol en Les Corts (1-2).

Cesión

La temporada siguiente (1941-42) fue cedido al Zaragoza, en Segunda División, por haber recuperado el Barça elementos como Raich, Escolà o Balmanya una vez cumplidas las sanciones federativas derivadas de su exilio en Francia. Tardó en hacerse un hueco en el equipo, pero cuando se afianzó, fue insustituible.

Con Josep Samitier en el banquillo vivió su primera gran alegría: la Liga 1944-45. Retrasó su posición a la línea media como consecuencia de una lesión de Antoni Franco. Un lugar que ya no abandonaría salvo causas de fuerza mayor. Junto a su hermano Josep, que se unió al Barça en la campaña 1944-45 y Joan Sans, otro gran olvidado, formaron una medular de culto. Era de los que se revolvía en la cama y no pegaba ojo si sabía que su actuación en un partido había sido deficiente.

Con el Barça jugó 248 partidos oficiales, anotó 29 goles y ganó 14 títulos, entre ellos dos Copas Latinas (1949 y 1952), cinco Ligas (1945, 1948, 1949, 1952 y 1953) y tres Copas (1951, 1952 y 1953). Integrante y capitán del histórico equipo de las Cinc Copes (1951-52), jugó también en el filial azulgrana La España Industrial (1954-55) y fue cedido al Lleida (1955-56) junto a Basora y Moreno. El equipo ilerdense salvó la categoría y, con 33 años, decidió colgar las botas, y las colgó, pero con el ascenso del filial a Primera División —ahora Condal— Marià fue repescado el curso 1956-57 para aportar su experiencia a un novel en la máxima categoría. Dijo adiós al fútbol en el Figueres (1957-59) actuando solo en los partidos como local. Llevó después la secretaría técnica del Nàstic (1960-61) con Julián Arcas en el banquillo, no renovando el curso siguiente. También estuvo al cargo de la del Mataró (1964). Cuando dejó el fútbol se dedicó a varios negocios de representación (confección, barcos, inmobiliaria...).

Sentimiento

Fue internacional por España en 16 ocasiones, entre 1946 y 1954 y jugó el Mundial de Brasil 1950. Tras un España-Italia (1-3) celebrado en marzo de 1949 en Chamartín, la prensa lo distinguió unánimemente: “El medio derecho es el que más brilla, y puede decirse que es el único atacante español. Con un coraje extraordinario, el pequeño jugador da animación a la delantera”. Se multiplicó, dio una lección de pundonor.

Su gesta, ensalzada también por Camilo José Cela ("un corazón en marcha, una voluntad sin desmayo, una conducta brilladora y noble como las conductas de los hombres antiguos: el Rey Artus o Sesúmaga, Carlomagno o Alcántara, Ricardo de Inglaterra o Monjardín”) causó sensación incluso en Italia y ese verano se supo que el poderoso Torino le presentó una oferta de 2.000.000 de pesetas (cantidad desorbitada en aquellos tiempos), además de tres años de contrato a razón de 15.000 pesetas mensuales.

Gonzalvo III, pese a las mareantes cifras, no estaba por la labor de cambiar de aires porque “hay cosas que a uno le llegan muy hondo y que no le permiten tomar una determinación rápida”. El Barça también se opuso. Pese a que no renovó hasta finales de septiembre de 1949, por cinco años y después de una negociación que mantuvo en vilo a la afición, Marià nunca dudó por haber dejado pasar esta oportunidad, al contrario. El Barça, reconociendo que su marcha le causaba un perjuicio, lo recompensó.

El Barça lo homenajeó el 7 de febrero de 1962, junto a Biosca, con un partido ante el Peñarol en el Estadi. Falleció el 7 de abril de 2007 a los 84 años víctima de una embolia. Se guardó un minuto de silencio en su memoria antes del Barça-Mallorca del 15 de abril en el Camp Nou. Asiduo al palco del Mini, el Barça, un día antes, también lo recordó con un ramo de flores depositado en su localidad habitual, ocupando su sobrino Jordi —hijo de Josep— el asiento contiguo.