Bravo, el ‘terremoto’ ceutí

Extremo izquierdo puro, bajito, veloz y temperamental, brilló en el Barça de los años cuarenta

Representante de otro fútbol, Pepe nunca dejó de militar en el barcelonismo. Lucha y superación fueron su divisa. Les Corts lo recompensó con atronadoras ovaciones

Pepe Bravo defendió oficialmente la camiseta del Barça entre septiembre de 1940 y diciembre de 1947. Se alineó en 141 partidos y convirtió 62 goles. Fue ídolo de la afición por su valentía, pundonor y espíritu combativo

Pepe Bravo defendió oficialmente la camiseta del Barça entre septiembre de 1940 y diciembre de 1947. Se alineó en 141 partidos y convirtió 62 goles. Fue ídolo de la afición por su valentía, pundonor y espíritu combativo / FCB

David Salinas

David Salinas

José Bravo Domínguez fue un extremo izquierdo de baja estatura, valiente, temperamental, rápido y con el don de la oportunidad. “Juega con el balón pegado al pie”, decían de él. Indiscutible en la década de los 40, fue pieza clave en la reconstrucción del Barça después de la guerra civil. Tras su paso por el club fue un acérrimo militante barcelonista y aseguraba que “hubiera pagado por defender su camiseta”.

Bravo —hijo de Francisco e Isabel— nació en Ceuta el 18 de febrero de 1916. Su padre, natural de Málaga, encontró trabajo en la ciudad autónoma en una fábrica de mosaicos y allí fijó su residencia. De familia humilde, Pepe empezó a jugar en el España, el equipo de su barrio.

A los 13 años pasó al África Sport Club y su consagración llegó en un partido contra un equipo militar. A Bravo le prestaron unas botas que le iban grandes y para poder jugar mejor rellenó el espacio sobrante con papel de periódico. Pese a la lluvia y el barro, la peor combinación para el improvisado acomodo, firmó un excelente partido. Jugó con criterio y efectividad. Fue el inicio de una carrera marcada por el éxito, no exenta de humildad, sencillez y algún brote de rebeldía.

Salto a la Península

Con el África Sports Club, que jugaba el campeonato regional del Norte de África, disputó el Campeonato de Copa y, de esta forma, dio el salto a la Península. El Levante se fijó en el joven Bravo (tenía solo 17 años) y lo reclutó para el torneo de Copa de 1933. Su primer sueldo fue de 250 pesetas mensuales. De todas formas, dos años después regresó a Ceuta y volvió a defender la camiseta del África Sports Club. No podía vivir alejado de los suyos.

En marzo de 1935 fichó por el Murcia (jugó hasta mayo de 1936). El estallido de la guerra motivó su regreso a Ceuta para ingresar en el Tercer Batallón Automovilista. De joven había ayudado a su hermano a conducir camiones y tenía cierta experiencia. Pese a acudir al frente, el Ceuta lo reclamó y jugó algunos partidos del campeonato regional y de Copa. Finalizado el conflicto bélico regresó a Murcia (1939-40). Con el equipo ‘pimentonero’ ascendió de Segunda a Primera.

La temporada 1940-41, ya como jugador hecho y maduro, aterrizó en Les Corts. El Barça pagó 30.000 pesetas al Murcia por el traspaso y 8.000 al jugador. Llegó después de la buena impresión que había causado a los ojeadores enviados por el Barça, especialmente a Agustí Sancho, un mito de la Edad de Oro. Él siempre creyó que el Barça iba a por su compañero Benito, que acabó fichando, pero no a por él porque “no me creía con clase suficiente para jugar en aquella para mí catedral del fútbol que era Les Corts”.

Bravo, que debutó oficialmente en un Sevilla-Barça de Liga de resultado inverosímil (11-1), jugó 196 partidos oficiales y anotó 88 goles. Ganó dos Ligas (1944-45 —con Pepe Samitier en el banquillo— y 1947-48 —con Enrique Fernández—), una Copa (1941-42 —contra el Athletic y con Pepe Nogués al frente del equipo—) y una Copa de Oro (1945). Su primer sueldo como jugador del Barça fue de 15.000 pesetas.

Con Sospedra, Escolà, Mariano Martín y Balmanya integró una recordada delantera en la historia del FC Barcelona, hoy completamente olvidada. Disciplinado y con carácter, el ceutí destacó por sus cabalgadas por la banda izquierda y sus precisos centros y sus goles, aunque no era un especialista: “No era goleador, era ‘aprovechón’. Mariano Martín era la dinamita, abría brecha. Luego venía yo y ¡zas!, a cobrar la pieza”, explicó en 1963 en el Boletín del FCBarcelona.

Se ganó rápidamente la admiración de la afición barcelonista, que siempre detectó en él un elevado grado de compromiso. Bravo siempre decía que “no sé porque soy futbolista. Es verdad... Lo soy exactamente igual que lo son muchos otros. Es el signo de mi generación: luchar, combatir...”.

Anécdota

En un Gijón-Barça (2-5) del 18 de marzo de 1945, en El Molinón, protagonizó un hecho poco común: tras rodar por los suelos con un jugador visitante, mordió a Tamayo en “esa región que los partes facultativos califican de glútea”, explicó ‘Marca’. La acción desquició a los futbolistas asturianos, que buscaron venganza y estuvieron muy pendientes de Bravo, descuidando el flanco derecho, donde Valle, Escolà y Calvet camparon a sus anchas.

Desde el Barça llegó a la selección española, aunque solo fuera para debutar y despedirse el 15 de marzo de 1942 en Sevilla contra Francia (4-0). Después de jugar con el Barça defendió los colores del Nàstic entre 1948 y 1950 para regresar al Ceuta, que pudo repescarlo gracias a la subvención de 50.000 pesetas recibida por el Ayuntamiento y a las aportaciones de los socios. En su tierra colgó las botas a los 35 años. Fue ojeador del Barça en la zona y trabajó en el Garaje África, en Cañonero Dato, junto al muelle. Un lugar de culto y peregrinaje para la afición barcelonista de visita en la ciudad autónoma.

Desfiló junto a César y al lado de la Peña Solera en la inauguración del Camp Nou, el 24 de septiembre de 1957: “El trabajo fue mío para no romper a llorar como un niño, tal era la emoción que me embargaba”, reconoció.

En mayo de 1983 el Ayuntamiento de Ceuta, con Ricardo Muñoz Rodríguez al frente, le tributó un homenaje y le concedió la medalla de oro de la ciudad. Siempre lo recordó como uno de los días más felices de su vida. Falleció en Ceuta el 1 de febrero de 1993 a los 76 años, después de sufrir una miocardiopatía.