Bernat Soler: "El Barça de los ochenta era un Barça tragicómico"

Bernat Soler acaba de publicar 'Barça 80's'

Bernat Soler acaba de publicar 'Barça 80's' / J. Ferrandiz

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Urruti, Gerardo, Migueli, Alexanko, Julio Alberto, Víctor, Calderé… Bernat Soler, periodista de TV3, recita de memoria la alineación del Barça campeón de Liga en 1985 y confiesa que recuerda con más frescura partidos de los años ochenta que los de hace quince días. Quizá por eso acaba de publicar ‘Barça 80’s’ (B.cat), para viajar a su infancia y rescatar una década más convulsa que ganadora, pero sobre todo, entrañable.

No fue un Barça ganador, pero con el tiempo, se ha convertido en un Barça querido por quienes lo vivieron. ¿Por qué?

La idea de hacer este libro viene porque hay una cierta tendencia a rescatar esos años, los ochenta, con algunos libros y programas de televisión que están teniendo mucho éxito. Hay una especie de fiebre de los ochenta y pensé que el Barça de los ochenta no está tratado. A mí me pilló de pequeño, cuando me empezaba a interesar el fútbol y lo tengo fresco: me acuerdo más de los ochenta que del partido de hace quince días. La idea era repasar cómo era el Barça: no era el mejor Barça, pero era el nuestro. Reivindico que no todo tienen que ser rúas y Champions: a los que nos tocó vivir esos años, también nos tocaron ciertas dosis de alegría.

¿Cómo explicaría el Barça de los ochenta a los jóvenes que no lo vivieron?

En los ochenta se gana solo una Liga, la de 1985, que inundó la ciudad de aficionados. A los jóvenes, ese Barça les sonará a ciencia ficción. En cambio, los que vivimos esa época tengo la teoría nos hace valorar más los éxitos del presente porque sabes lo que cuesta. Los de ahora se creen que ganar Champions y ligas es normal.

El encanto de la derrota siempre ha sido algo muy literario.

Me gusta la ironía y procuro desdramatizar; me río de mí mismo, de lo que sufríamos en los 80. Lo he reducido a la categoría de entrañable aunque hay gente que dice que todo fue un fiasco. Lo vivimos y nos gusta recordarlo. Hay cosas graciosas, de lo surrealistas que son. Tampoco te vas a cortar las venas… El paso del tiempo lo suaviza todo, no es un libro de autoflagelarse, aunque a veces la desgracia tiene ese punto tragicómico. Los ochenta fueron una década tragicómica: lesiones de Maradona, el secuestro de Quini, el motín del Hesperia, y muchas cosas más.

Mucho de lo ocurrido entonces es imposible imaginarlo hoy. ¿Qué es lo más impensable?

Que hoy secuestrasen a Luis Suárez es implanteable, pero es lo que pasó: secuestraron al Suárez de la época, que era Quini. Que  toda la plantilla se rebele contra un presidente también es impensable. O el casting de entrenadores que acabó con el fichaje de Venables. 

Presume con orgullo de ser un celebrarrecopas. ¿Qué significa ese término, para quien no esté familiarizado?

Celebrábamos  una Recopa ante el Standard de Lieja como un gran título: ahora los jóvenes se ríen, pero yo reivindico esa figura.

¿La relación con el Madrid también era diferente en los ochenta?

Era el Madrid de la Quinta del Buitre, de Zanussi y de Parmalat. Ganó Ligas, pero daba alegrías a los culés perdiendo en las semifinales de la Copa de Europa. La gran diferencia es que antes había madriditis por parte del Barça, pero al revés, por parte del Madrid, se sentía indiferencia por el Barça. Pero en los últimos años sí que ha habido una barcelonitis creciente: al Barça se le ha acusado de doparse, de recibir ayudas arbitrales, etc. Las tertulias se han centrado en el Barça destacando lo negativo. Eso, en los ochenta, era impensable; que el madridismo tuviera ese complejo. No estaban acostumbrados a que otro equpo les discutiese el dominio y han reaccionado a lo bruto.

¿Quién es el gran personaje del Barça de los ochenta?

Creo que Núñez porque  está siempre y es protagonista. Maradona es un icono

de los ochenta, pero para mí es sinónimo de frustración porque el mejor del mundo casi no ganó nada. Luego también está Schuster, y secundarios de lujo como Moratalla, Calderé, Estella o tantos otros. También hablo del baloncesto porque era un equipo con carisma: Epi, Sibilio, Solozábal… aquel equipo tenía alma, nada que ver con lo que vivimos ahora.

¿De dónde nace su amor por el Barça? ¿Herencia familiar?

No, porque en mi casa el futbol gustaba solo relativamente. Consumía prensa, revistas, radio y televisión, coleccionaba cromos, y poco a poco crece la afición, pero nadie me la inoculó. Mi primer recuerdo del Barça es Schuster, Quini, Simonsen y sobre todo, el de 1985, que lo recito de memoria, las transmisiones de Puyal, etc. Ese  es el Barça que viví siendo niño. Pero iba poco al campo, con un amigo de mi padre, y me sentaba entre dos sillas; esos son mis primeros recuerdos del Camp Nou.

¿Quién era su ídolo?

Era muy fan de Schuster: marcó a toda una generación. Pero a nivel sentimental me quedaría con Quini. Lo conocí personalmente hace poco y yo parecía un niño, cuando me lo presentaron. Era el que metía los goles y eso marca. Luego, más adelante, también tengo un buen recuerdo de Urruti, que era muy carismático.

Años más tarde conoció el Barça por dentro. ¿Le decepcionó?

No, simplemente lo ves con otros ojos. Ya no tienes el trato de un fan. He aprendido que la nostalgia es mejor dejarla donde está. Pero me gusta dar reconocimiento a esta gente porque a veces parece que antes del Dream Team no existió nada, nadie les hace caso. Y el libro acaba en 1988 porque entonces llega Cruyff y para mí eso ya son los noventa.