Un disparate como una catedral

Dídac Peyret

Dídac Peyret

"Los vascos tenemos una forma especial de ser que se expresa incluso en nuestra forma de jugar a fútbol” (Javier Clemente).  Es probable que al Rubio de Barakaldo no le falte razón. Pocos clubs son tan reconocibles como el Athletic (para lo bueno y lo malo). Del mismo modo que hay pocos estadios con el hechizo (los ingleses lo llamarían mojo) de San Mamés. 

Incluso ahora que abraza la modernidad con un hito arquitectónico de diseño su himno rápidamente te devuelve  la aroma clásica de La Catedral. En el césped se mantiene la tradición: ese estilo que nació de la abundante colonia inglesa que había en Bilbao y los viajes frecuentes de jóvenes vizcaínos a las Islas.

Un sabor british que no solo se refleja en el juego. Su sintonía con la grada –y ese apego a menudo estoico con los suyos- lo convierten en un club especial. El vínculo es de sangre. Los aficionados del Athletic presumen de pertenencia con el mismo ímpetu que animan a los suyos de generación en generación.

Si nuestros ídolos nos definen tanto como nuestras amistades, solo hace falta repasar la lista de mitos de este club para entender su idiosincrasia. También alguna que otra extravagancia (Iniesta volvió a ser pitado).

Pero sobre todo el sentimiento de colectividad y rebeldía ante los grandes. “¡Con 11 aldeanos les hemos pasado por la piedra! gritó emocionado el presidente Enrique Guzmán el año 1958 tras el triunfo en la final copera ante el Madrid celebrada en el mismísimo Bernabéu.

San Mamés recibió al Barça con el mismo ánimo revanchista. Con el puñal entre los dientes. “Es otro mito la pretendida simpatía que nos tiene esta afición, es condescendiente cuando nos zurra”, recordaba el escritor Miguel González San Martín en El Correo antes del partidoY esa misma contundencia exhibió el Athletic en un duelo áspero, que comenzó oxidado y fue cogiendo velocidad, pendiente de un hilo, muy agresivo.

Desconcierto general

Contribuyó al desconcierto general una actuación pésima de Fernández Borbalán, incapaz de ver un penalti a Piqué y otro a Neymar. Este último de manual. Imposible saber qué le pasó por la cabeza al colegiado. Algo parecido a lo ocurrido en el Bernabéu el miércoles. Un expediente X.

Antes, el Athletic se aplicó en su librillo. Visualizó la Supercopa de España del curso pasado y desordenó al Barça apretando arriba y penalizando las pérdidas.

Primero Aduriz con un tanto de cabeza marca de la casa tras un centro medido de Raúl García. Y luego Iñaki Williams con un disparo formidable tras  una genialidad del imponente ariete. Aduriz dejó un balón de tacón mordido y el extremo lanzó un obús imparable que dejó sin habla a Ter Stegen.

Le bastaron un par de oleadas al Athletic para encender San Mamés. También a Aduriz que agredió a Umtiti con un manotazo al cuello, que provocó una angustia gélida.

Y de repente, el 10

El altercado terminó con el final de la primera mitad. Y el Barça no se templó hasta la irrupción de Messi, esta vez con un lanzamiento de falta impensable para cualquier tipo corriente.

En la noche de Reyes, el equipo se encomendó a la magia del ‘10’ y los arrebatos de un Neymar formidable. No fue suficiente para lograr el empate ante el lío de Borbalán y la pegada de un Athletic que terminó con nueve.

Pero el tanto de Messi anima a un Barça que, con Luis Enrique en el banquillo, sigue sin ganar en el comienzo de año. Ayer el asturiano dignificó la competición sacando a los mejores, pero se topó con la furia del Athletic y una incomprensible actuación arbitral.

La vuelta de octavos será muy diferente en un Camp Nou que esperará con ganas al conjunto vizcaíno tras el mal trago en San Mamés. Ya suenan tambores de guerra para la enésima batalla entre los Reyes de la Copa.