Aquí empieza la leyenda Iniesta

En un pequeño pueblo manchego de apenas 1.800 habitantes surgió uno de los cracks que triunfan en el Camp Nou

Andrés Iniesta ha logrado grandes metas con tan sólo 23 años, pero quizá la más destacada ha sido situar a Fuentealbilla en el mundo. Sus salinas fueron conocidas desde la época romana, pero dejaron de funcionar por las grietas que ocasionaban en algunas viviendas y el pueblo se volcó en su actividad agrícola, basada en gran parte en la producción vinícola. Tampoco falta la ganadería y los mesones del pueblo todavía sirven unas chuletas de cordero de primera calidad.

Uno de los mejores cocineros de chuletas es el abuelo del jugador, Andrés Luján, quien vive jubilado desde hace cinco años y recuerda con mucho cariño la infancia de su nieto, quien no se separaba ni un instante del balón. El pequeño Andrés se llevaba el esférico a cualquier sitio, pero donde se pasaba más horas era en la pista de fútbol sala de su colegio, a muy pocos metros de su casa. Si alguien no sabía donde estaba el niño, no había que buscarle muy lejos. Seguro que estaba en la pista dándole patadas a la pelota o, mejor dicho en su caso, empezándola a acariciar.

El abuelo regentaba desde 1975 el Bar Luján, donde también acabaron trabajando sus padres José Antonio y Mari, y toda la familia echaba una mano cuando era necesario. Incluso, su hermana Maribel, dos años menor que Andrés, ponía su grano de arena. La excepción era el niño. Sus escaqueos cuando se le pedía ayuda eran constantes. El sólo tenía el balón en la cabeza o prefería jugar con otras cosas. Pasar el tiempo con las máquinas del 'Pinball' o de los 'Comecocos' eran otras de sus aficiones preferidas.

Fuentealbilla cuenta desde hace pocos años con un campo de fútbol. Antes, los niños tenían que conformarse con jugar en la pista de fútbol sala del colegio. A Andrés se le veía madera de crack y sus padres decidieron apuntarle a las categorías inferiores del Albacete, donde dio sus primeros coletazos más en serio. El negocio familiar permitía una flexibilidad de horarios que daba a su padre la oportunidad de llevarle a entrenar a la capital manchega. Andrés se marchaba del colegio casi al mediodía y se subía al coche para llegar tres cuartos de hora más tarde a las instalaciones del club albaceteño, entrenarse con el resto de niños y a las 15.00 h. estar nuevamente en clase.

En la escuela le daban permiso para que pudiera jugar a fútbol y compaginar sin problemas los estudios. La paliza era para el joven jugador, quien debía estudiar, recorrer los 100 kilómetros entre la ida y la vuelta del viaje y posteriormente volver a sentarse en el pupitre. No es de extrañar que llegara muchas veces muerto de hambre y su abuela le pasara entre las rejas del colegio uno de sus apreciados bocadillos. Andrés nunca ha destacado por su envergadura y cuando era más pequeño y no le venía el apetito, a veces tenía que recurrir a las vitaminas.

Fuentealbilla, como todo pueblo pequeño, no destaca por tener muchos centros de ocio. La clásica piscina municipal, los prados donde correr con las bicicletas o, los adolescentes, en motos de cross y un frontón muy especial para Iniesta. Aunque su complexión pueda indicar lo contrario, Andrés, con nueve años, le gustaba mucho jugar a la pelota vasca con su padre. El pequeño se protegía la mano para darle fuerte, aunque a veces también tiraba de la raqueta. En Fuentealbilla existe un gran interés por la pelota y en las fiestas del pueblo es habitual invitar a una pareja de 'pelotaris' famosos.

Su afición por el fútbol la lleva muy adentro y como parte de la herencia familiar. Su padre, José Antonio, jugaba de manera amateur, por ejemplo en el Denia, y ya tenía un estilo que posteriormente pasaría a su hijo. En el pueblo aún hay quien le llama Dani debido a que su estilo recordaba al del histórico jugador del Athletic.

Las brillantes actuaciones de Andrés en sus dos participaciones en el torneo de Brunete despertaron el interés del Barcelona, quien se lo llevó a los 12 años. El niño viajó a la ciudad condal acompañado de sus padres y con el lógico mar de lágrimas que acompañó la despedida. A la familia se le rompía el corazón viendo al pequeño Andrés viviendo a 500 kilómetros de distancia. Su abuelo Andrés recuerda como su hija y la madre del jugador, Mari, fue de las que hizo el corazón más fuerte y quiso que el niño se quedara en Barcelona, pese a que al principio le costó adaptarse. La familia quedó muy sorprendida como a su llegada otro niño de su edad, Jorge, procedente de Mérida, ya campaba a sus anchas por La Masia. Andrés le ha perdido la pista de su compañero.

Las llamadas a casa eran constantes. Cada día, cuando sonaba el teléfono, sabían que era Andrés, ansioso por hablar con su familia. Cuando cumplió 18 años vinieron a vivir con él y ahora residen junto con la hermana en Sant Feliu de Llobregat.

Ahora, toda la familia se reúne en Navidad. En Nochebuena con la familia paterna: la abuela Paca, los tíos Juanito y Mónica (con los primos Isabel, Edgar, Juanito y Mónica), Andrés e Isabel, Paco y Paqui (con el primo Alejandro) y el tío Juanmi. A la comida de Navidad se reúne la familia materna, con los abuelos Andrés y Ascensión, los tíos Andrés y Maria Luisa (con los primos Laura y David) y Rosario y Bernabé (con los primos Ana y Juan).

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