Albert Llimós: "El dinero en el fútbol hace que salga la parte más oscura del ser humano"

El escritor retrata en su libro, 'La noia del bar', lo que hay detrás de los focos de un futbolista de éxito

"Aún creo que el periodismo puede cambiar la vida de la gente", asegura Llimós

Albert Llimós, periodista y escritor

Albert Llimós, periodista y escritor / RUTH MARIGOT

Dídac Peyret

Dídac Peyret

Cuando habla de su profesión, Albert Llimós transmite la seriedad de las personas que se toman en serio. En su puesta en escena hay un mensaje: el periodismo sigue siendo algo trascendente que conlleva una responsabilidad. Durante más de una década estuvo siguiendo el Barça y en los últimos tiempos ha sacado a la luz casos de abuso y acoso como jefe de investigación del diario ARA. En su última novela, La noia del bar (Pagès Editors), una historia de amor entre un futbolista y una estudiante de literatura, retrata el universo soterrado del mundo del fútbol. 

¿Cuándo pensaste que ser periodista era una buena idea?

Yo diría que desde finales de la EGB. Desde ese momento tengo muy claro que quiero ser periodista y poco a poco voy consolidando esta idea. Sí que es verdad que, cuando voy a la universidad de Barcelona viniendo de un pueblo pequeño de Lleida, estudio comunicación audiovisual. Durante cuatro años hago una carrera que me divierte mucho y aprendo mucho pero que me distancia un poco del periodismo..

¿Cómo recuerdas la vida universitaria?

A la gente de audiovisuales le tengo mucho cariño porque era la primera vez que aterrizaba en una universidad a punto de hacer los 18. Estábamos en la Pompeu, al lado de Las Ramblas, hacíamos vida en el Raval, el Gótico… fueron cuatro años espectaculares, pero tuve un ataque de no creer en mí. Venía de un pueblo pequeño, de sacar excelentes, de ser el alumno modélico que viene de la zona rural y me hice pequeño. De pensar: ¿dónde me he metido? No soy igual que esta gente. Eran gente creativa, con un talento inmenso ¡y yo había ido dos o tres veces al cine en toda mi vida! [sonríe]. De repente, me meten a estudiar Godard, la nouvelle vague, cine neorrealista italiano… y, claro, eso fue para mí un impacto grande y me sirvió también para currar a tope. Pero tuve la sensación de sentirme inferior. Una sensación rara, de esa persona que llega tímida, de un pueblo pequeño, a la capital. Y de que de repente aquello es muy grande y estás desubicado. Pero cuando acabo, sé que quiero ser periodista y hago dos años en la Autónoma para recuperar el camino.

¿Hay algo de tu temperamento que te haga ser mejor periodista?

Yo creo que lo he ido descubriendo: creo que llevaba una cosa dentro que no sabía expresar y que la he sabido identificar ahora que es intentar cambiar las cosas. Quizás es una idea romántica y que cuesta identificar pero aún creo que esta profesión puede cambiar cosas. Que puedes hacer el bien, puedes acompañar a mucha gente, puedes cambiarle la vida, puedes luchar contra las injusticias, puedes fiscalizar el poder. Es una idea romántica, pero es que realmente creo en eso. Creo que hay un tipo de periodismo que lo puede hacer. Ahora también te diré que creo que he sido consciente de esto en los últimos años de mi vida, no creo que en la facultad la tuviera asumido. 

¿Por qué el periodismo deportivo?

Soy un enfermo del deporte… o era un enfermo del deporte: ahora por temas familiares y otras inquietudes lo he apartado un poco pero me gustaba mucho. Con 41 años sigo jugando por la noche en estos campos perdidos de Barcelona y voy motivadísimo. Se me dio la oportunidad en Radio Barcelona: empecé haciendo informativos pero la casa creyó en mí para deportes. Y a partir de ahí estuve 13-14 años trabajando como periodista deportivo y me lo pasé muy bien. Sobre todo en los años de seguir al Barça por dónde iba que coincidió con la época de Guardiola. 

¿Se parecía la imagen de la profesión que tenías con la que te encontraste?

Me encontré a gusto en este ambiente pero continuaba habiendo unas toxicidades propias de otra época que poco a poco se están corrigiendo. Cada vez hay más presencia de mujeres que antes no estaban y que lo hacen incluso mejor que los hombres. Al fútbol le ha costado más que en otros ámbitos de la sociedad. Aún hay muchas cosas a mejorar pero siempre pondré en valor el periodismo deportivo. Algunas de las figuras comunicativas más importantes de este país vienen del deporte: Jordi Basté, Antoni Bassas… y después algunos de los grandes maestros del periodismo deportivo como Ramon Besa, Lu Martín en su momento o Sique Rodríguez no tienen nada que envidiar a los grandes referentes de otros ámbitos como la política, la sociedad o la cultura. 

¿Qué tiene el fútbol que despertó tu interés y cómo fue cambiando tu mirada?

Bueno, creo que era una pasión para mí. Haberlo jugado y vivido desde pequeño hizo que mi mirada se dirigiera hacia el fútbol y luego hacia el Barça. Seguir la actualidad del Barça es cómo el escalón final si estás metido en esto. A mí me apasionaban sobre todo los directos en la radio tanto de los partidos como de los grandes actos. Mis días más felices eran con el inalámbrico arriba y abajo cuando había elecciones o grandes actos. Cuando conocía a las parejas de los directivos, a los ejecutivos y podías hablar con todo el mundo. Esta adrenalina para mí era muy fuerte. Luego, el día a día es verdad que me costaba un poco más.

El fútbol para hablar de otras cosas, ¿por qué es tan buen material?

Primero que llega hasta el fondo de todo. Es un deporte muy pasional que puede remover lo que tienes más adentro. Es capaz de movilizar a gran parte de la sociedad. Por lo tanto tiene una capacidad de provocar cosas muy grandes. Y por eso siempre digo que los futbolistas tienen que ser muy conscientes de la responsabilidad social que tienen. Que son actores que llegan a mucha gente, sobre todo a mucha gente joven, y tiene que saber mojarse en temas sociales, en temas políticos, y a través del fútbol hacer mejor a la sociedad. Para mí no es idílico ni es romántico, es una obligación cuando llegas a tanta gente que te ve como un ídolo , tienes que ser consciente del mensaje que lanzas y devolver todo lo que el fútbol te ha dado. Y después que esta épica que hay en los partidos, esta relación sentimental que vivimos con un club o una selección es un terreno que da mucho para el tema literario. Es seguramente la expresión más visceral que podemos tener la gente mundana.  

¿No es un poco exagerado cargarles a los futbolistas esa mochila de tener que ser ejemplos? A veces parecemos querer construir ídolos inmaculados…

Obviamente son los padres y la escuela quien tiene que educar a nuestros hijos. Pero los futbolistas tienen capacidad para enviar grandes mensajes. A veces el mensaje que puede enviar un futbolista puede llegar más que tú repitiéndolo diez veces. Aquella persona que ven en la redes sociales, ese mensaje, puede cambiar mucho a ese niño. Tiene que haber una contribución de los futbolistas. Hay una parte de la sociedad que le ha hecho el juego al mundo del fútbol y tiene que haber un retorno.

En el libro retratas la vida del futbolista cuando no está en el terreno de juego y a un entorno nada inocente. Hay un poco esa idea de la vida privada de los goles: lo que ocurre fuera afecta a lo que hace el jugador en el campo…

Creo que nuestro todo explica cualquiera de las acciones que hacemos, y lo que haga el futbolista fuera del terreno de jugo, obviamente dará respuestas a su forma de jugar. A mí siempre me ha gustado hablar de eso. Me interesaba hablar de lo que hay detrás del telón. Como periodista siempre tuve más interés en los temas económicos, sociales y judiciales que los deportivos. Y lo que buscaba con el libro es ver qué hay cuando se apagan las luces del estadio. Creo que es una reflexión sobre el éxito, sobre el fracaso, sobre cómo a veces banalizamos muy rápido una cosa, sobre cómo sentenciamos rápido. Siempre he pensado mucho en lo rápido que decimos que este jugador es un fracasado. Y quizás este futbolista empezó en el Barça, se marchó al Ajax, jugó después a Alemania y se acabó retirando al Shalke. Este tío no es un fracasado, se ha ganado muy bien la vida. ¿Cuántos llegan? Quería reflexionar sobre el poder y el éxito.

¿Cuál es el lado más podrido del fútbol? 

Hay muchos lados oscuros: los directivos que intentan aprovecharse del club para sacar réditos económicos, los grupos de animación violentos, algunos agentes de futbolistas que son insaciables… hay muchas partes oscuras porque mueve mucho dinero. Y eso hace que salga la parte más oscura del ser humano. 

¿Cuál es la situación más incómoda que has vivido como periodista deportivo?

Bueno, ha habido diferentes momentos que sufrí: un tema de los Boixos Nois, amenazas de un presidente del Barça porque teníamos una información suya que al final no acabó en nada, los casos de abusos que afectaron a Benaiges… cuando lo pasas peor es cuando te amenazan con una demanda aunque tengas la certeza de que la información es buena. 

Desde fuera transmites la sensación de que difícilmente pierdes el control de las cosas…

[Sonríe]. Intento transmitir control, que las emociones no me superen, pero yo lo he pasado muy mal. Después de trabajar en todos los casos de violencia sexual y acoso empecé a tener un nublamiento, un mareo, un dolor de cabeza. Empecé a hacerme todas pruebas posibles - analíticas, tacs, etc- y al final era un tema de carga psicológica. Yo que soy muy racional, que soy balanza, metódico, calculador y frío, me di cuenta de que no era de mármol. Hasta el punto que, yo venía por la calle, a las nueve de la mañana, pisaba el diario y de repente mi cabeza explotaba. Era con solo pisar el diario, automático. Y lo estuve trabajando, fui a la psicológica, hice terapia y me ayudó a poner las cosas en su sitio. Hay un sufrimiento que tengo metido aunque de cara a al público no lo parezca.