ESCAPADAS CON

De ruta por el Norte, en familia, con Volkswagen

¿Quién no ha soñado alguna vez con embarcarse en una furgoneta y recorrer el mundo? Dedicas unos momentos a imaginarlo pero enseguida llegan los argumentos en contra que básicamente, son dos: el trabajo y la familia (numerosa, en este caso). Pero ¿por qué no intentarlo? Se puede reducir el tiempo y ya hay un vehículo en el que cabemos todos: La Volkswagen California Beach.

Somos cinco, dos padres cuarentones y tres teenagers de los de ahora, de los que lo negocian todo. Uno de los grandes consensos del año son las vacaciones y, por resumir, las exigencias son (y no todos piden lo mismo, ni mucho menos): playa, deporte, amigos, leyendas, familia, turismo, buena comida, wifi, sin horarios... No ha sido fácil complacer a todos, pero lo hemos conseguido con la nueva Volkswagen California Beach de 5 plazas. Hemos tenido unas vacaciones, como dirían en Instagram #liveyourlife. Solo nos ha fallado a veces lo de la wifi, pero ya me gusta que desconecten de vez en cuando.

Durante una semana hemos cambiado nuestro habitual destino en Menorca con jardín y piscina por tres metros cuadrados sin baño y un largo paseo en libertad por la Costa que baña el Cantábrico. Es una experiencia intensa en la que todos hemos aprendido a poner de nuestra parte; era vencer o morir. 

No es la primera vez que visitamos esas tierras. Como tenemos familia en Bilbao y además nos encanta la magia que la orografía y el clima provocan en el turista esporádico, nos decidimos esta vez por una ruta alternativa, por no repetir lo que ya habíamos visto en otras ocasiones.

Cargamos todo lo que se nos ocurrió y más en el espacioso maletero y empezamos el viaje. La furgo en carretera se comporta como un buen coche, traga confortablemente los kilómetros que le eches, también es cierto que viajamos con la T6 Beach 2.0 TDI 150 CV que nos ha dado un consumo medio de 7,5 litros a los 100. Hemos hecho unos 2.300 km y hemos repostado solo tres veces.

Conducir es un placer

Las primeras tres noches las pasamos en Bilbao, allí aprovechamos para acercarnos a Donosti, en los últimos días del <strong>Festival Internacional de Jazz</strong>. Disfrutamos del casco antiguo y de sus pintxos, del sol y de la lluvia en la playa de la Concha y, por unos días, no pudimos hacernos la foto en el Peine del viento, ya que aún estaba cerrado al público debido a las obras de estabilización de la ladera.

De vuelta elegimos la bellísima carretera que circula por la costa uniendo sinuosamente los pueblos que en otros tiempos se dedicaron a la pesca de ballenas. Paseamos por la playa de Zarautz, donde se ubica el restaurante de Karlos Arguiñano y cumplimos con la tradición en la maravillosa ermita de San Juan de Gaztelugatxe a la que llegamos tras subir los 241 escalones. En ese momento aún no sabíamos que será uno de los escenarios de la nueva entrega de la serie "Juego de Tronos".

De vuelta en Getxo salimos a cenar por el puerto viejo, un precioso barrio con vistas a la parte más industrial de Bilbao donde degustamos un vinito, unos bígaros y diferentes pintxos típicos de la zona. Al día siguiente nos esperaba una conocida fiesta local: el Concurso Internacional de Paellas. Un evento divertido que se celebra el domingo más cercano al 25 de julio y que respira el más puro estilo vasco: buena comida, buena compañía y "algo" de bebida. Esta fiesta lleva celebrándose más de 50 años y esta edición ha contado con más de 30.000 comensales. Se instala en una explanada en el monte y cada cuadrilla se organiza en el espacio que se le asigna para cocinar, comer y pasar el día. 

El sol lucía esplendoroso por lo que después de comer y pasar un buen rato con las diferentes cuadrillas -es importante ir con alguien de la zona que te introduzca en cada una de las casetas-, optamos por un poco de deporte para bajar la comida. Veinte minutos de siesta y por la tarde nos acercamos a surfear a La Salvaje, una playa en la que se mezclan aleatoriamente deporte, nudismo y familias. Esa noche cenamos en uno de mis sitios favoritos: una cervecería, donde por 40€ comimos los cinco hasta hartarnos. Tortilla de patata, pollo, croquetas, ensalada, morcilla y chistorra; sencillo, pero sabroso.

Uno de los pueblos más bonitos de España

De camino a Asturias quisimos visitar algo de Cantabria. Por salirnos del itinerario habitual nos dirigimos hacia el interior, al más angosto de los valles cántabros, el valle de Miera. En este lugar de pendientes acusadas se ubica el precioso pueblo de <strong>Liérganes</strong>, desde enero de 2016 uno de los 35 pueblos más bonitos de España.

A orillas del río Miera una estatua recuerda la leyenda del hombre pez, que data del siglo XVII. La parte vieja de Liérganes es un conjunto histórico-artístico e incluye, además de las casonas populares con balcones llenos de flores, el Palacio de Rañada, la iglesia de San Sebastián o el puente nuevo, entre otras construcciones. El monumento más importante del municipio es el museo-palacio de Elsedo, en Pámanes, que por desgracia cierra los lunes, como la mayoría de los museos de España y no lo pudimos visitar; pero a cambio, nos dimos un agradable paseo siguiendo el curso del río.

A la hora de comer había mucho donde elegir y todos los restaurantes tenían muy buena pinta, pero nos decantamos por <strong>El ojo del Abrego</strong>. Habíamos leído muy buenos comentarios sobre él y no nos defraudó. Por 15€ el menú, entramos de lleno en las copiosas raciones de la zona, elaboradas con sabrosos productos de mercado y con un menú muy variado. 

Asturias es infinita

Una hora y cuarto de ruta más tarde llegamos a Caravia, entre Ribadesella Lastres . El camping <strong>Arenal de Moris (Asturias)</strong> nos dio la bienvenida esa misma tarde a las seis. Empezaba la verdadera aventura en apenas tres metros cuadrados. Montamos la tienda (bueno, se montó sola), que utilizamos en principio de almacén y preparamos las dos camas en un momento: la de arriba, para los cuarentones y, la de abajo, abatiendo los asientos, para los tres niños.

Sacamos las sillas de camping que vienen con la furgo y también la mesa. Desplegamos el toldo y nos sentimos como unos profesionales. Todo es muy fácil. La Volkswagen California Beach no lleva cocina, pero eso lo suplimos con un hornillo para los desayunos y disfrutamos de la gastronomía local para las cenas.

A la hora de comer, tocaba bocata en la playa, entre ola y ola. La primera cena la hicimos de tapas en el chiringuito de la playa: Las Gaviotas, con unas preciosas vistas sobre la playa y la costa y al día siguiente nos acercamos a un restaurante que nos habían recomendado: <strong>Fitomar</strong>, en la playa de la Espasa. Fue un acierto. En Asturias se come de fábula.

Pensábamos estar cuatro noches y cinco días haciendo surf, pero el tiempo no acompañó y eso empezó a minar la buena disposición de los niños. Decidimos coger de nuevo la carretera un día antes de lo planeado para acercarnos a las montañas. Sin marcarnos un destino final determinado, quisimos visitar Cabrales (somos unos locos del queso) y de camino pasamos por Arriondas, desde donde comienza el tradicional descenso del Sella.

Al dirigir la vista al río multitud de kayaks de colores adornaban sus aguas. Sonreímos al recordar nuestro propio descenso, seis años atrás, con los niños y su poca voluntad para remar pasados los primeros diez minutos; pero hay que reconocer que es un agradable paseo de tres horas.  Comimos a los pies del impresionante pico del Naranco de Bulnes, en el área recreativa de Pedro Udaondo, en Asiegu.

El que no conozca las áreas recreativas de Asturias, se pierde algo mágico. Son merenderos, normalmente con barbacoas de obra o metal -de uso restringido entre el 1 de julio y el 30 de septiembre, por riesgo de incendio-, situados en enclaves paisajísticos inmejorables.

Asturias es infinita, ya lo dice el eslogan; y lo mejor es que se llega en menos de una hora a cualquier enclave. Hay mucho que ver: Ribadesella, Lastresel museo de los dinosaurios en Colunga, los Picos de Europa, los Lagos de Covadonga, Oviedo, Gijón... En fin, eso por nombrar lo más conocido. Visitar esta comunidad autónoma es como cuando entras en un parking y hay más sitios para aparcar que plazas ocupadas: que levante la mano el que haya aparcado en la primera plaza que haya decidido, en la primera maniobra, sin dudar de que haya otra mejor. Pues eso nos ocurrió.

Durante la comida surgió la idea de hacer la ruta de Panes a Potes, que atraviesa un desfiladero durante 19 kilómetros con una profundidad de hasta 600 metros, siguiendo el curso del río Deva. Sin darnos cuenta, estábamos de nuevo en Cantabria. Como no había prisa, ni metas, cogimos una carreterita de montaña, la A-231 que nos llevó por el Parque Natural Fuentes Carriondas y por el Mirador de Piedrasluengas donde obtuvimos una preciosa e impactante panorámica de Los Picos de Europa y la Cordillera Cantábrica.

Poco a poco fuimos dejando atrás el paisaje montañés para adentrarnos en Palencia y después en La Rioja. ¿Por qué no hacer una parada en Haro? Me gusta todo lo que rodea al vino y en esta época del año las viñas estaban, a un  mes de la vendimia, exultantes. La idea resultó excelente y solicitamos visita en las bodegas de Muga.

Enoturismo en La Rioja

Hicimos noche en un camping de la localidad. Esa es la parte que menos me gustó ya que fue muy diferente del de Asturias; pero se trataba de dormir y contar con los servicios necesarios para los niños, sin alejarnos demasiado del centro. Cenamos en uno de los mesones del casco viejo, disfrutando una vez más de la gastronomía y conociendo el encanto de sus calles. Después, montamos la furgo para dormir y nos retiramos prontito.

El precio de la ruta guiada en las bodegas de Muga es de 10 euros por persona, con cata de dos vinos. La visita, que dura alrededor de una hora o un poco más, pasa volando por lo interesante y lo bonito de las instalaciones. Me quedé con ganas de más, pero tuvimos suerte. El 17 de septiembre se celebra la Cata del Barrio de la Estación de Haro, así que ya tenemos nuestras entradas para volver ese fin de semana, esta vez, reconozco, sin niños.

La experiencia en furgo llegó a su fin esa tarde-noche, al llegar a casa. El recuerdo que nos queda de estos días es muy positivo. Al preguntarles, los teenagers han opinado, más que del viaje, de lo que les ha gustado hacerlo en plan nómada ayudados por las prestaciones de la Volkswagen California BeachGabriela, la mayor: "lo que más me ha gustado ha sido recorrer kilómetros cómodamente. Viajar sin prisas y sin la presión de tener que llegar a una hora determinada a un sitio concreto." Nicolás, el mediano: "La sensación de viajar es diferente. Solemos hacer muchos kilómetros en coche, pero con la furgo no sólo es más cómodo viajar, sino que también es más divertido y emocionante al descubrir nuevas playas o lugares y decidir si nos quedamos a conocerlos a fondo. Es como cuando estás mirando vídeos en Internet y decides clicar en uno que te gusta. Ves pasar el paisaje y dices: 'aquí'. Y ahí nos quedamos". Cristina, la más pequeña: "Me ha encantado. Es como una casa de muñecas. Yo era la encargada de montar y desmontar las camas (con ayuda de papá), la mesa y el toldo... a las sillas no llegaba". Mejor recomendación, imposible. Ellos son el futuro.

Los cuarentones hemos decidido que repetiremos, más adelante, más días y con el que se quiera apuntar, sin presión, rollo #liveyourlife.