Así era la vida en las tabernas del Imperio Español: vasos comunes, trampas en el juego y peleas

En estas tabernas se divertían importantes personajes históricos como Francisco de Quevedo o Lope de Vega

Los borrachos de Diego Velázquez

Los borrachos de Diego Velázquez / SPORT.es

Los bares han existido desde tiempos inmemoriales y es que no hay nada más necesario que desahogarse rodeado de buena compañía y buen ambiente. Pero en pleno auge del Imperio Español el buen ambiente en las tabernas era algo raro de encontrar.

Se sabe que la importancia de los bares en España se remonta a la época romana en la Península. Y es que en la Antigua Roma los bares tenían una función social muy importante. En estos sitios las clases populares hablaban, comían, bebían vino y se jugaban su salario a las cartas.

El historiador Luis Romero afirma en su obra «El libro de las tabernas de España» (1956) que "las tabernas debieron comenzar en España en las ciudades más romanizadas, que fueron sin duda alguna las más civilizadas".

La fama de las tabernas en el Imperio Español no era muy buena, ya que en estos establecimientos desaparecían los privilegios y las jerarquías sociales, lo que hacía que hubiera mucho libertinaje. "Allí hay idéntica libertad, los vasos son comunes, no hay un triclinio distinto para nadie, ni nadie dispone de una mesa apartada", expone Romero.

Las trampas en el juego, las peleas, la presencia de prostitutas en algunas tabernas y el que se convirtieran en núcleos de agitación social siempre tuvo, indiferentemente del periodo y el país, hicieron que las autoridades policiales siempre tuvieran que estar alerta por las inmediaciones.

A pesar de que durante la época de los Reyes Católicos proliferaron los mesones y las tabernas, prohibieron aquellos sin licencia además de limitar los márgenes de ganancia de los mesoneros sobre la venta de paja o cebada para las caballerías.

Se calcula que a finales del siglo XVII existían en Madrid unos 250 mesones abiertos para una población estimada de más de 130.000 habitantes. Además, las tabernas se dividían en dos tipos: de "vino barato" o de "vino caro o precioso".

Si el vino estaba muy aguado se decía que estaba «bautizado», lo cual suponía un grave delito, como así lo reflejaba el libro de acuerdos del Consejo madrileño firmado en 1481, en cuyas cláusulas se condena a cien azotes al tabernero que incurriera en esta estafa. 

Rodeados de callejuelas mal iluminadas, entre mesones, mancebías y garitos, se reunían matarifes, viejos soldados, gente humilde, valentones, nocheriegos y escritores divinos como Francisco de Quevedo o Lope de Vega, conocidos por su desenfreno tabernario, para beber, discutir de batallas y escuchar rimas sonrojantes.