Antonín Panenka, el creador de un estilo que conquistó Europa

El futbolista checoslovaco se subió a la montaña de las leyendas con su penalti para alzar la Eurocopa de 1976

Antonin Panenka, en una imagen de archivo

Antonin Panenka, en una imagen de archivo

SPORT.es

SPORT.es

Tal día como hoy, un 20 de junio de 1976, Checoslovaquia y Alemania Federal se jugaban el título de la Eurocopa en Belgrado. A los primeros se les había escapado la ventaja que consiguieron con Svehlik y Dobias, sucumbiendo ante el descuento de Dieter Müller y el agónico tanto de Hölzenbein, enviando todo a la definición desde el punto de penalti. En la tanda, Masny, Nehoda, Ondrus y Jurkemik adelantaron a los checoslovacos; Bonhof, Flohe y Bongartz hacían lo propio con los germanos, hasta que falló Uli Hoeness.

Entonces la responsabilidad recaía sobre Antonín Panenka, llamado a matar la primera final de Eurocopa definida por este medio. Inolvidable, en parte, por su ejecución. El centrocampista conectó el balón con la punta de su bota y dejó a Sepp Maier regado por los suelos, creando un estilo único para conquistar Europa. Y el mundo. Nadie habla ya de picarla en un penalti sin pensar en él. Porque la vida se vive mejor 'a lo Panenka'.

ESTRELLA LOCAL Y MUNDIAL

Fue el punto más alto de una carrera exitosa en el plano local. Leyenda de su selección, a nivel de clubes brilló con el Bohemians durante más de una década (1967-1981). Tuvo también paso por Austria con el Rapid Viena, el Pölten, Slovan Wien, Hohenau paa retirarse en el Kleinwiesendorf. En suelo austríaco levantó dos ligas locales y tres copas. Pero nada como aquella Euro de Yugoslavia en 1976, quedando en el equipo ideal del torneo y apuntando su nombre en el de las leyendas del fútbol.

Cuatro años más tarde, en el mismo certamen ahora disputado en Italia, Panenka también acudió con su selección para terminar rescatando un tercer lugar. Lo hizo ante Italia, también tras empatar en el reglamentario y también en la tanda de penaltis. Entonces Panenka no emularía su icónico cobro de Belgrado, asegurando a un palo para luego llevarse la tanda con un 9-8. No haría falta tampoco. Su nombre quedó asociado para siempre a la magia desprevenida del penalti picado por excelencia. Un futbolista de culto.