Olivé, un devoto del fútbol

El barcelonismo ha llorado estos últimos días a uno de los ‘padres’ de la Masia, un hombre que se desvivió por un deporte que lo hechizó desde su niñez hasta su muerte

Fue coordinador del fútbol base del Barça, ayudante de Michels y un referente del balompié catalán

Jaume Olivé en una imagen de su etapa como responsable del fútbol formativo del FC Barcelona. También dirigió un partido de liga del filial en noviembre de 1980. Estuvo 14 años en la entidad azulgrana, entre 1972 y 1986

Jaume Olivé en una imagen de su etapa como responsable del fútbol formativo del FC Barcelona. También dirigió un partido de liga del filial en noviembre de 1980. Estuvo 14 años en la entidad azulgrana, entre 1972 y 1986 / FCB

David Salinas

David Salinas

El pasado martes 27 de junio el fútbol catalán perdió a uno de sus grandes referentes. Con el fallecimiento de Jaume Olivé, a los 89 años —sufría una demencia degenerativa—, se fue uno de los trabajadores más entregados y apasionados de este deporte. Un hombre íntegro, riguroso y humilde, de carácter fuerte y exigente, pero sin pelos en la lengua. Era de los que hablaba alto y claro. Barcelonista y patriota.

Jaume Oliver Puyuelo (aunque todo el mundo lo conocía como Olivé) nació en Barcelona el 5 de marzo de 1934. Cautivado por el fútbol, empezó a jugar con 17 años de centrocampista, en cualquier posición, en el modesto Bordeta (1951-52) para seguir en las filas de otros equipos de las profundidades futbolísticas como el Atlètic Gracienc, Gladiador, Gràcia o Atlètic Columbo (1955-56). 

Su trayectoria deportiva, que compaginó primero con los estudios y después con el trabajo —era representante de maquinaria y equipamiento de oficinas—, dio un salto de calidad al llegar al Sants (1956-57) y Badalona y Gavà (ambos en la temporada 1957-58).

Con 28 años, y sin expectativas de llegar más alto, volvió al fútbol austero de barrio y se enroló en el Entença, donde colgó las botas en 1960 para alargar su idilio con el deporte del balón, ahora en los banquillos.

Entrenador

Olivé se convirtió entonces en un trotamundos: Entença, Berga, Santfeliuenc, Santboià, Seat, Barcelona (1966-67, categorías inferiores), Sitges, Horta y Artiguense (ascenso a Preferente) fueron sus primeros destinos. En este último equipo de Badalona estuvo tres temporadas (1969-72) y siempre guardó un recuerdo imborrable por ser mucho más que un entrenador.

La temporada 1972-73, de la mano de Paco Rodri, regresó al Barça tras una reestructuración técnica, para dirigir al equipo de Aficionados, en Primera Regional. Su experiencia en el 'fútbol invisible' fue determinante para merecer una segunda oportunidad en el club que adoraba.

La misión de Olivé nunca se limitó a entrenar y formar, sino también en observar valores incipientes de cualquier equipo que, en el futuro, pudieran acabar en el Camp Nou. La temporada 1976-77, junto a Quimet Rifé, fue ayudante del primer entrenador, Marinus Michels. Y, en la siguiente, simultaneó su tarea con la coordinación del fútbol base.

El 9 de noviembre de 1980 dirigió al Barça Atlètic en el Marqués de Varela de San Fernando (1-1) de forma interina tras el cese de Kubala en el primer equipo. Helenio Herrera se hizo cargo del mismo y quiso a Toni Torres (entrenador del filial) a su lado, recayendo la dirección del Barça Atlètic provisionalmente en Olivé. Estuvo en el Barça hasta 1986 (14 años) e hizo una gran labor junto a Oriol Tort y Lluís Pujol, razón por la que los tres se consideran los ‘padres’ de La Masia.

El que fuera héroe de la Copa de Ferias 1966 con un histórico hat-trick en La Romareda, recordó que “tenía una visión distinta del fútbol, decía que era muy fácil y entre todos lo estábamos complicando. Se trataba de conservar el balón cuando lo tenías y de recuperarlo cuando lo perdías”. Para Pujol tenía algo especial: “Cuando el Infantil de Tort fue campeón de España dio la baja a siete u ocho titulares… Solo se quedó con Ramón, Abadal, Sergi López y Roura. Acertó”.

Pujol recuerda que “los rondos que hacía el Barça de Cruyff ya se hacían en el fútbol formativo que dirigía Olivé. Pero rondos con presión, para que los jugadores movieran el balón con rapidez y favorecer así el fútbol asociativo. ¡Si venían entrenadores catalanes, españoles y extranjeros a vernos entrenar! Sus sistemas de preparación eran adelantados a la época”. Y agrega que “recomendó el fichaje de Van Basten, del Ajax”.

Entregado

Olivé enfermó de fútbol en su niñez y convivió con esta ‘dolencia’ hasta el final de sus días. Era de los que se pasaba las mañanas en el despacho y las tardes en el campo. Conocía a todos los jugadores. Convenció al presidente Núñez para que fichara a Terry Venables en 1984, entonces un desconocido, aunque acabara mal con el entrenador inglés (que ganó la Liga) y con el Barça por decir lo que pensaba pese a perjudicarle. Prueba de que era un alma libre es que nunca se movió por dinero ni intereses. Con lo que le pagaban “ja en tinc prou”, decía… Tampoco pisó a nadie para ‘escalar’ posiciones. 

Olivé regresó a sus orígenes y volvió a la carga: Prat, Martinenc (en dos etapas), Figueres, Premià, Badalona, Viloví, Sant Andreu y Júpiter tuvieron el privilegio de contar con sus servicios, que dio por acabados en la Penya Anguera. También fue un habitual en los medios de comunicación.

Exigente y elegante —siempre cuidó su imagen—, fue un gran cinéfilo —Fellini, Visconti, Woody Allen...—, apasionado del jazz y la ópera y un consumidor compulsivo de literatura de todos los géneros. También fue un gourmet del buen fútbol (Ajax, Liverpool, Milan...). Sus restos mortales fueron incinerados el pasado jueves y Maribel, su esposa y una apasionada del balón como él, ha organizado una ceremonia de despedida el próximo jueves 6 de julio (18.00 h) en el Santuari-Parròquia Maria Auxiliadora (Passeig Sant Joan Bosco 70, de Barcelona).