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“Ser periodista es la forma más divertida de ser pobre. Por eso oposité a la Xunta”

Xabier Rodríguez Campos es un árbitro en Preferente gallega, un funcionario de la Xunta y un total apasionado de la bicicleta que cree en el más difícil todavía. “Es lo que más me motiva fuera de las cosas trascendentales”. 

 

Acaba de hacer un nuevo reto Everesting en línea con 10 puertos de montaña en los Ancares, 244 kilómetros en 13 horas y 55 minutos y 8.538 metros de desnivel que sólo se explican desde la pasión más innegociable por el deporte. Pero Xabier Rodríguez Campos, un hombre de 44 años que se gana la vida como funcionario de la Xunta en Galicia y que arbitra partidos de Preferente, es así. “Reconozco que son retos un poco locos”, admite.

¿Y le quedan tiempo y fuerzas para algo más?
Sí, claro. Tengo que trabajar y ahora estoy editando mi libro, ‘Arbi, ¿qué pitas?’ que es de reglamento de fútbol comentado en modo didáctico, con anécdotas y demás…, lo que pasa es que como todos los años cambian cosas y aparecen jugadas nuevas me toca reeditarlo cada año, pero sólo cambia un 10 o 15%. No más.

La bicicleta le ocupa más tiempo.
La bicicleta es mi medio para hacer deporte, para hacer turismo…, sí.

Y para machacarse.
Sí. Luego claro que te das cuenta de que esto que haces es casi absurdo. Pero es que de joven jugaba al ajedrez y me pasaba tres horas estudiando la defensa siciliana ¿para qué? ¿para mejorar un poquito? ¿Qué sentido tienes si lo piensas fríamente? Pues para mí sí porque son retos que ayudan a la vida. Y dentro de lo absurdo se trata de buscar un poco el sentido.

¿Y lo encuentra?
Si uno tiene un problema fuerte de salud o económico ése es el verdadero reto. No vamos a engañarnos. Pero lo que nos ayuda a vivir es marcarse esos objetivos. Igual que uno escribe un libro, aunque sólo sea para darle la paliza a cuatro amigos, yo he encontrado esa escapatoria en el deporte. Y, sí, es lo que más me motiva fuera de las cosas trascendentales.

¿Podría vivir sin el deporte?
Creo que sí. Pero entonces habría que cambiar los objetivos. Seguro que volvería a jugar al ajedrez. No entiendo vivir sin objetivos, aunque sean retos que no valgan para nada. Pero es que tampoco puedes estar todo el día pensando en cosas trascendentales o en ayudar a la familia.

Usted es árbitro. ¿Ser árbitro es trascendental?
Cuando estás en el fútbol profesional, sí, claro, porque es una profesión en la que se gana mucho dinero.

¿Y por qué no fue profesional?
Me quedé en tercera división. Los había mejores. Hay que reconocerlo. Pero mi ilusión no se perdió. Me da felicidad ser árbitro. Me ayuda a sentirme realizado. Siento mis pequeñas victorias y derrotas. Eso que dicen de que un árbitro nunca pierde es mentira. Yo he salido derrotado del campo de fútbol cuando no lo he hecho bien y le puedo prometer que se pasa mal.

¿Y compensa?
Compensa porque te gusta. En el fondo la responsabilidad es una ambición. Cuando me daban buenos partidos no vea lo que era eso. A todo el mundo le gusta que le den buenos partidos. Es más, uno cuando se hace árbitro le gustaría pitar finales. Y, una vez en el campo, te das cuenta de que tienes la posibilidad de impartir justicia y eso es tan importante…  Como dicen los equipos, has jugado con nuestras ilusiones.

¿Qué ilusión le mueve como ciclista?
La mía es seguir descubriendo sitios y lugares gracias a la bicicleta. Cuando me voy a los Alpes o a los Pirineos no lo puedo describir con palabras. Ésa es mi afición. Tengo 44 años. Mientras me den las piernas lo haré. Poder ir al Galibier, a los Dolomitas, al Stelvio, al Mortirolo….  Es lo que ocupa mis sueños. Buscar vuelos, trazar circuitos… casi lo paso mejor mientras lo planifico.

El caso es que es usted periodista.
Hice periodismo, pero no ejerzo. En su momento me convencieron de que ser periodista es la forma más divertida de ser pobre. Y oposité para la Xunta. Y, en realidad, nunca quise ser funcionario. Parecía como no tener ambición. Pero este puesto de trabajo es lo que me permite irme con la bicicleta o irme a correr…, hacer deporte, en definitiva. He corrido 18 maratones.

Le gusta la dureza.
Le puedo hasta contar que una mañana de diciembre de 2019 en el paseo marítimo de O Burgo hice mi propio reto Ineos. Acababan de suspender el maratón de Turín por un temporal y medí perfectamente un circuito de 3 km de ida y vuelta hasta completar 42,195. Me sentí Kipchoge, porque había gente que se relevaba para hacerme de liebre y todos vestían de negro. Hice 2 horas y 57 minutos.

 


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