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Rubén Gorospe: “Por naturaleza, el ciclista es mentiroso. No dice la verdad”

Publicado por
Alfredo Varona
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Rubén siempre será el hermano de Julián Gorospe. Fue un gregario. Hoy es un hombre de 60 años, alejado del ciclismo, donde “un día abrías la maleta y al siguiente la cerrabas”. 

En una mañana lluviosa en Santander, frente a El Sardinero, Rubén Gorospe pone a prueba sus recuerdos. Hoy tiene 60 años y él fue uno de los actores secundarios de los maravillosos años ochenta. Su biografía demuestra que fue un gregario y que, en general, vivió a la sombra de su hermano. Pero precisamente hemos quedado para recordar todo aquello. “Siempre digo que fui un ciclista mediocre”, explica.

Siempre será el hermano de Julián.
Siempre lo he sido. Siempre lo he tenido que arrastrar y nunca pasa nada. Julián fue un gran corredor. ¿Qué podía haber sido mejor? Sí, pero el ciclismo a veces es complicado de entender, no es lo mismo ser gregario que jefe de filas.

Siempre fue usted un gregario. 
Fui profesional diez años, sí. Al final, eres gregario porque surge. Siempre digo que fui un corredor mediocre. Entras en Wikipedia y ves que mi currículum tampoco da para mucho. Pero tampoco estoy en la lista de los perseguidos por dopaje

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¿Y no le pesó la sombra del hermano?
Las comparaciones siempre están ahí. Pero yo asumí mi rol de ayudante de Julián, de Perico, de Indurain o de Laguia, que fue mi ídolo. Eran otros tiempos. Nosotros éramos de un pueblo de 500 habitantes. Nacimos casi en una aldea en la que si de chico te veían andar en bicicleta te decían, ‘mejor que empieces a trabajar’, porque entonces la vida era así.

¿Y cómo era hacer de gregario de su hermano?
Hice mucho. Sobre todo, en la Vuelta al País Vasco  o en la Vuelta a España. Recuerdo en especial un día que acabamos en Sierra Nevada. Julián se quedaba, me quedé con él y llegamos los dos. Pero es que ése era mi trabajo, que no lucía en la televisión. Luego, unas veces se ganaba y otras se perdía.

Pero usted siempre estaba ahí. 
Debía ser así. Si estás diez años en profesional es por algo. Hoy, la gente te pregunta ‘¿y tú qué has ganado?’ y yo contesto, ‘pues evidentemente gané poco’. Pero ahí estaba siempre. Todavía recuerdo la etapa del Giro de Italia con Indurain. Me caí en el Imola en una curva. Me rompí cuatro costillas, la muñeca, casi tuvieron que sacarme el bazo…  Me había relajado después de hacer el trabajo. Me lo merecía y…

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¿Cómo recuerda la Vuelta del 83 en la que Julián puso en aprietos a Hinault?
Bueno, Julián era un pardillo en ese momento. Sí llegamos a creer que podía ganar. Pero, claro, Hinault era Hinault. Y a Julián le pesaron los nervios. Y en aquella época no había un pinganillo para tranquilizarte porque Julián siempre dio la cara. No sabía ir a rueda. Era valiente y esas cosas, al final, pasan factura.

¿Pero usted cómo lo vivió?
Yo soy cuatro años más joven que Julián. Recuerdo que en aquella época había una tienda de ciclismo donde ponían los resultados en la pizarra de los corredores del entorno. Y cuando veíamos que Julián estaba arriba nos alegrábamos. Pero, sobre todo, recuerdo que ésa era la época en la que la gente se apostaba una chuleta o un café. Había mucha rivalidad entre Marino y Julián, entre Durango y Bérriz. Las apuestas eran diarias a ver quién llegaba antes,  si Lejarreta o Gorospe. Ahora esas cosas se han perdido.

En aquella época también existían las pájaras.
Ahora, a lo sumo, un corredor llega justito. Pero en mi época te quedabas que no veías la carretera. Es más, en invierno hacía tanto frio, le hablo hasta de aguanieve, que no eras capaz ni de coger el botellín de agua. No podías ni soltar la mano del manillar para coger la bolsa que nos daban que tendría un trozo de manzana, de plátano, el pastel del arroz y membrillo con galletas. Realmente en el ciclismo se pasan penurias.

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¿Y le compensó?
Sí compensa porque fue mi profesión, pero las penas no se te olvidan…. Recuerdo que si pinchabas te daban la bomba y el tubular. A veces tenías que mear en tus propias manos para calentarte y ponerte a arreglarlo. Me acuerdo de Alberto Fernández en una Vuelta a Valencia. Son anécdotas que pasas que se quedan ahí. Pero así era el ciclismo, no había coche de apoyo. Entonces te quedabas tirado.

¿A qué se dedica ahora?
He sido muchas cosas. Fui masajista en Euskaltel. Fui director en Baqué en aficionados. Toda la vida en el ciclismo hasta que hace ocho o diez años decidí cambiar. La jefa me permitió entrar en la empresa. Estoy en el almacén y tan feliz.

Y eso es lo que importa.
He viajado mucho en el ciclismo. Un día abría la maleta y al siguiente la cerraba. Siempre digo que he estado en Granada veinte mil veces y todavía no he visto La Alhambra. Iba del hotel a la carretera. No disfrutabas de donde estás: ya no quería esta vida para mí.

Se conserva bien.
No tengo problema de salud ninguno, y mire que en el campo profesional machaqué. Pero estoy bien. Tal vez influyan los genes. Hace cuatro años hice una locura. Subí el Tourmalet marcha atrás en bicicleta y allí bajé peso. No fue fácil, pero lo hice. Como me decía, Igor Astarloa, “no es fácil subir para hacia adelante el Tourmalet como para subirlo hacia atrás”.

Pero para hacer eso debe mantenerse. 
Bueno, sí, pero, ¿sabe lo que pasa?, el ciclista en sí es mentiroso. Un deporte tan duro como este te hace mentiroso. Me explico. Si tú hablas con la gente, nadie entrena. Todo el mundo ha estado sin entrenar, todos tienen catarro, y luego cuando empieza la carrera dices menos mal que no ha entrenado. Pero es que por naturaleza el ciclista es mentiroso. Nadie dice la verdad. Todo el mundo oculta lo que ha hecho. Todo el mundo está jodido. Y te dices a ti mismo yo, qué he entrenado, mira donde estoy…

¿Y dónde está?
Lo que le decía. Al final, el cuerpo te da lo que tu le pides y yo me mantengo bien, sí.

¿Y quién ganaría ahora en una carrera: Julián o usted?
Julián se cuida más. Hace mucho más deporte que yo. Yo me tomo unas cervezas sin problema, pero él…. Julián es de los que al vino le añade agua. Siempre se ha cuidado mucho. No cambia.

En su época, Julián Gorospe era el rompecorazones.
Eso decían. Es verdad que era el típico rubio de Mañaria y en esa época en la que estaban ‘Los Pecos’, ‘Hombres G’…  Las chicas del entorno venían. Sabían donde vivíamos. Nos fastidiaron alguna siesta. Pero lo aceptábamos con naturalidad.  Recuerdo que había chicas que llevaban la fotografía de mi hermano en la carpeta de la escuela.

¿Y la suyo?
Bueno, las que Julián no podía me venían a mí. Pero, ¿sabe lo que pasa?, el ciclismo es tan sacrificado… Igual después de cenar salías afuera a firmarles alguna foto. Te venían con su cámara de fotos. Te venían con la foto que se habían sacado el año anterior. Recuerdo, sobre todo, en la Semana Catalana… Pero eso ya pasó.

 

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Alfredo Varona