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“¿Por qué voy a contarle a usted mis penas? Yo no vivo pensando que soy un enfermo”

Se llama José Roberto González y tiene 45 años. Es un vecino de Grado (Asturias) que lleva 4 años aguantando un cáncer terminal que no le ha  impedido montar hasta 400 kilómetros semanales en bicicleta.

 

Lleva cuatro años luchando frente a un cáncer gástrico con metástasis hepática estadio 4 (el más grave). “Pero la única que me escucha quejarme es mi pareja”, dice Robert, un apasionado de la bicicleta que lidera esta iniciativa ‘Robert contra el cáncer’ para plantar cara a esta enfermedad. “No conozco a nadie que este a favor del cáncer”.

Robert contra el cáncer.
Como me dijo un comercial de comida energética de ciclismo, no conozco a nadie que este a favor de él. Siempre tiene que haber alguien que luche frente al cáncer. Yo soy uno de ellos.

Admiro a la gente como usted. 
Yo confío en la ciencia y en lo que mi cabeza me orienta durante estos cuatro años. Mi mayor aliado es la cabeza. Gracias a ella, relacioné la bicicleta y el cáncer.

¿Y eso le mantiene vivo? 
No lo sé. Pero quien no entrena y no compite no se da cuenta de la importancia del esfuerzo ni del coraje para buscar un resultado. Y a mí ese esfuerzo es lo que me ayuda a luchar frente a la enfermedad.

¿Y cuántos kilómetros ha hecho frente al cáncer?
Uno de los fármacos, que me pusieron, me afectaba a nivel ventricular.  Pero me explicaron que la actividad deportiva podía mejorar el rendimiento cardiaco. A los seis meses lo recuperé en un 65%. Llegué a hacer un reto de 114 kilómetros desde Grado hasta la Basílica de Covadonga.

Y todo esto con un cáncer terminal. 
Sí, así es.

¿Y cómo es este viaje?
Cuando me diagnosticaron el cáncer mi función hepática estaba al 10%. Con 42 años me dieron por desahuciado. Hicieron un Comité Médico para ver si me daban paliativos y me dejaban morir. Pero di positivo en un gen para entrar en un ensayo clínico y eso me abrió otra puerta a la vida. Gracias a ese ensayo, el hígado estancó la enfermedad. Dicho de otra forma, gracias a esa gente que investiga, he podido unir el ciclismo con la enfermedad.

¿Qué le unía al ciclismo?
Me encantaban las bicicletas. Siempre iba a todos los sitios en bici. Con 16 años me dijeron en una tienda de Oviedo que necesitaban alguien para trabajar de mecánico. Y así empecé. Luego, llegué a montar bicicletas para ‘El Corte Inglés’.

¿Y después? 
He trabajado en la construcción en la medición de obra. Pero cuando vino la crisis del ladrillo decidí montar una tienda de bicis en mi pueblo, en Grado. Y mantuve el negocio durante nueve años hasta que me diagnosticaron el cáncer. Entonces tuve que cerrarla. Durante el tratamiento perdí la sensibilidad en las manos.

Cuatro años después, sigue luchando. 
La vida es lucha. Estar enfermo no te impide vivir. El tren de la vida no se puede poner en pausa.  No se puede decir, `ahora me bajo porque no me encuentro bien`. El tiempo es lo  más valioso que hay si lo gestionas bien. De lo contrario, no vale para nada.

En 20 minutos de conversación no le he escuchado ni una queja.
A cada uno le toca lo que le toca. He aceptado la enfermedad. He conseguido normalizarla. ¿De qué me sirve quejarme? ¿Por qué le voy a contar a usted mis penas? Es perder el tiempo. Yo no quiero perder el tiempo, quiero ganarlo. No vivo pensando en que soy un enfermo.

¿Cómo hace frente al dolor?
La quimio me quita mucho dolor. Tengo una medicación muy potente para que el dolor no me agobie tanto. Hoy tengo un buen día y me ayuda a que la cabeza funcione. Pero cuando me encuentro mal la cabeza me puede dar un giro de 180 grados.

Esto es una lección de vida.
La lección de vida la tenemos todos los días. Yo doy valor a todo: un abrazo, un apretón de manos, una sonrisa lo valoro como un regalo. Que la gente se acuerde de ti es un regalo de la vida. Discutir es perder el tiempo.

¿Y nunca ha discutido?
Antes sí. Pero esto te hace ver las cosas de otra manera. No me sirve de nada discutir ni enfadarme. No me hará mejor. Quiero que el tiempo me sume, no me reste.

El farmacéutico de su pueblo, Nicolas de las Heras va a correr 320 kilómetros desde Oviedo hasta Santiago en 60 horas por gente como usted. 
No tengo manera de agradecérselo.  Mi caso le ha llegado al alma. En muy poco tiempo se convirtió en una persona muy importante para mí. Siempre me valoró. Él ha visto como me he deteriorado en todo este tiempo y está a mi lado. Me ayuda. Yo le compro las medicinas que necesito. Su farmacia queda a 200 metros de mi casa.

¿Cuánto dinero debería recaudar?
El objetivo es para una beca para la investigación que son veinte mil euros. Yo ya llevo conseguidas tres becas, más de 40 mil euros.

¿Y ese esfuerzo le cuesta dinero?
Sí me cuesta. Pero no lo valoras. Me da igual. Sólo piensas que estás haciendo algo por los demás. Voy a cumplir 46 años.  Mi mayor orgullo es que la gente me apoye. Es mi principal motivación porque a lo mejor dentro de unos años esa beca me salva la vida a mí o a otro enfermo de cáncer.

¿De qué vive?
Soy pensionista que no llega a 900 euros, pero me da para vivir. Me adapto a lo que tengo. El secreto es gastar menos. No hay inconveniente.

¿Cuánto le queda para vencer al cáncer?
No lo sé.

Pero lo vencerá.
Nunca se sabe. Hay que ir a por ello. Hay investigación. Supongo que el resto de mi vida tendré que vivir con un tratamiento. Pero si se hace crónico ¿quién me dice que no pueda vivir treinta años? Siempre hay alguien que rompe la estadística. ¿Por qué no voy a ser yo?

 

 


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