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El yerno perfecto: universitario, anónimo y octavo del mundo con 26 años

Publicado por
Alfredo Varona
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Un día después de ser octavo en el triatlón de los JJOO, todavía nos emocionamos con las lágrimas de Alberto González, las lágrimas de la clase media.

 

-Sonríe.  No puedes salir llorando frente a la prensa -le dice su padre, que es su entrenador a Alberto González,  que acaba de ser octavo en el triatlón de los JJOO de París.  

Pero Alberto González,  un malagueño de 26 años de Rincón de la Victoria, sigue llorando.

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Y el micrófono de RNE   lo capta con una precisión matemática y nos radiografía lo que es el deporte: las emociones del deporte, cómo y cuándo es imprescindible estar a su lado.

Y el protagonista es un deportista que no es famoso, que prepara un Plan B (la carrera de fisioterapia), que ha salido de momentos críticos (el triatlón es un deporte caro) y que, sobre todo, ha aprendido que “aunque no gane la medalla de oro, otro puesto puede ser una victoria también”

Y esa es la sangre de la clase media. Lo que hay detrás de tantos y tantos deportistas en estos JJOO que ahora tenemos la oportunidad de contarlo.

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La gente lo pide en estas dos semanas de los JJOO en los que Alberto González ya nunca será uno más.

Su brutal última vuelta (mejor parcial en los últimos 1.500 metros) para lograr el diploma, sus lágrimas y su abrazo con ese señor en el que empezó todo: su padre.

-Tengo la suerte y el privilegio de poder compartir el triatlón con mi padre -admite-. Él vive este deporte a través de mí. Mis triunfos y fracasos son suyos también.

Por lo tanto, Alberto es un triatleta diseñado para seguir creciendo. Pero una de las fotografías de su vida ya está hecha. Y el escenario es impecable con el río Sena de testigo. Quien pudiera.

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Alfredo Varona