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Cómo sobrevivir sin Imanol Erviti y no morir en el intento

Publicado por
Alfredo Varona
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El primer año sin Imanol Erviti es casi como el primer año post Indurain para Movistar. Fueron 19 años en los que estaba disponible 24/7.

Su última grande fue la Vuelta a España 2023 (78 clasificado). Atrás quedaban 19 años, desde 2005, en los que el, Imanol Erviti, siempre estaba ahí.  Era el gregario perfecto. Cogía el teléfono a cualquier hora. Te ayudaba a ganar y a perder. Te ayudaba a desahogarte, en definitiva. Pero no podía durar siempre. El 18 de noviembre cumplió 40 años.

Fue el momento de recordar que todo tiene un principio y un fin. Y se fue. Y como Movistar no supo quedarse con él se marchó al Ineos de director deportivo. Pero en Movistar se le echa muchísimo de menos a él, que también era duro como una piedra, comprensivo como un hermano mayor y generoso como el que más.  Lo reunía todo. O casi todo.

Hoy, de director en Ineos, también es un hombre feliz. “Necesitaba un cambio”, reconoció. Pero el problema son los que le echan de menos, los que abren la puerta de la habitación en Movistar y ya no le encuentran, porque Imanol Erviti llevaba haciendo el mismo trabajo desde 2006: toda la vida en el mismo equipo abriendo su corazón a los demás explicando que se corre como se vive, sin regatear ni un plato de sopa.

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De todos los ciclistas, que habitaban en él, nos quedábamos con él. Erviti era la alarma que nunca se desconectaba, el hombre que te bajaba el precio de todos los seguros. Ganó el Tour en la clasificación por equipos que es una clasificación silenciosa pero sabia. Y los años tampoco cometieron el error de poner en peligro su motivación. Fue grande hasta en eso.

Es más, los años nos arroparon a su lado. Nos demostraron que Imanol era un ciclista al que no hacia falta ser rebelde para ser querido. Su misma madre le decía que para verle había que poner la televisión prontito, que cuando venía lo interesante él ya no estaba. Pero Imanol no se ofendía porque su madre llevaba razón.

Se quedó a 31 segundos  de ganar una etapa en el Tour (segundo). Ganó una en la Vuelta a España de 2010 y pegó muchos tiros en las clásicas. Sin ir más lejos,  en la París Roubaix de donde llegó a salir con una mano rota.

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Y, sin embargo, ahí seguía el hombre con esa carrocería de 4×4 y con esos cuádriceps y con esa mirada que te prometía que en la vida hay algo más importante que una fotografía en el podio: la de no fallarle a nadie o la de tener bajo control a tu propio ego. Y por eso en Movistar se le echa tanto tanto de menos.

 

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Alfredo Varona