El cerebro envía una señal a la musculatura de la pierna para que empuje. Los músculos se tensan, se contraen e imprimen una fuerza al pedal. Esta fuerza hace girar el plato que mueve la cadena que a su vez está sujeta por la parte trasera por los piñones. Y estos terminan por mover la rueda para avanzar.
Y así durante miles de kilómetros. Miles de pedaladas donde la transmisión tiene una importancia vital y donde la cadena, esos eslabones unidos por unos pernos, son esenciales para avanzar.
Cada pedalada imprimimos una fuerza y una tensión que, con el paso de los kilómetros, acaban desgastando la cadena. O mejor dicho, más que desgastarse acaba por darse de sí. Cada eslabón se estira mínimamente, pero todos unidos acaban dando un resultado nefasto: un mal funcionamiento del sistema.
O lo que es lo mismo, la cantidad de kilómetros que hagamos será lo que marque el desgaste de la cadena. No existe una regla general que marque la cantidad de kilómetros que puede aguantar una cadena, pero sí podríamos afirmar que la mayoría de las cadenas del mercado aguantan entre 3.000 y 8.000 kilómetros.
Es un rango muy amplio, lo sabemos, pero es que el desgaste específico de la cadena de la bicicleta depende de muchos factores:
- Las cadenas de las bicicletas de montaña sufren mucho más que las de carretera, por lo que suelen requerir un cambio después de rodar menos kilómetros.
- Una correcta lubricación alarga la vida útil de la cadena.
- Evita la suciedad, el barro acumulado en la cadena disminuye la vida útil de la cadena.
- Ajusta bien el cambio y evita cruces en el cambio, pues estos generan más tensión en la cadena y reducen su vida útil.
Esto supone que cada 1.000-1.500 kilómetros se deberá revisar la cadena y analizar si se ha dado de sí. No hacerlo podría dañar otros componentes de la transmisión, como el plato o los piñones, que son mucho más costosos que la cadena.
