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Hasta siempre, Pekín

Y al noveno día, vientos de añoranza y señorío en un Campeonato para enmarcar. Nueve extraordinarias jornadas de atletismo, en un marco incomparable y señorial, el magnífico ‘Nido de Pájaro’. No podían ser menos, para dar la puntilla al Mundial, los participantes en la última de las jornadas, que nos brindaron un espectáculo absolutamente sensacional. La culminación de la clausura madrugaba solemnemente en las tímidas calles de la capital china, con el disparo desde el estadio que daba comienzo al maratón femenino. Sin premura ninguna, empezaba a dibujarse un tímido grupo de favoritas, que arribarían a los últimos kilómetros con significativa ventaja. En un grupo de cuatro atletas, la llegada al estadio presuponía una fiereza descomunal en el combate. Sumgong, cuarta a la postre, ya perdía metros en el túnel, y la última recta apuntillaba el bello ‘sprint’ entre la keniana Helah Kiprop y la etíope Mare Dibaba. Segunda medalla maratoniana en la historia de los Campeonatos para una abisinia (primer oro), y primer gran triunfo internacional de esta fondista de 25 años que acredita 2h19:52 (la más rápida del año, en Xiamen; también, el mismo crono, en su tercer puesto de Dubai ‘12). La única representación española de esta última jornada, en la figura de la lucense Alessandra Aguilar, decimoséptima con 2h33:42, a apenas dos puestos de la clasificación directa para los Juegos Olímpicos.

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La última sesión vespertina deparó sensacionales duelos y algún que otro sobresalto en las apuestas. La final de altura, lejos de la majestuosidad de registros superados los dos pasados años, apostó por la primera sorpresa en forma de triple desempate por el oro. El canadiense Derek Drouin, bronce olímpico y mundial, lograba superar el listón sobre 2.34m en un segundo desempate (tras fallos múltiples sobre 2.36m), altura imposible tanto para Bohdan Bondarenko, en el día de su vigesimosexto cumpleaños, como para el héroe local Guowei Zhang, uno de los nombres propios de la temporada. Ambos compartieron la plata. Decepción evidente para el catarí Mutaz Barshim, incapaz sobre 2.36m (se quedó en 2.33m). Cuarto lugar muy alejado del verdadero talento de quien es el hombre más capacitado, junto a Bondarenko, para intentar derribar parcialmente el mito de Sotomayor.

Si emocionante fue la altura, no le fue a la zaga la jabalina, concurso en el que dos pesos pesados como Christina Obergföll y Barbora Spotáková se vieron apartadas del cajón. La segunda, realizando sólo tres lanzamientos y sobrepasando con dificultad los sesenta metros. La primera, sin opción a reeditar su triunfo de Moscú. Reñidísimo ahínco, en el que la germana Kathrina Molitor enmudecía a la audiencia, arrebatando el oro en el último lanzamiento, ante el sollozo de ‘El Nido’, a la local Huihui Lyu, que se conformaba con la plata y el récord asiático. 67.69m para Molitor, marca personal (nunca había lanzado más de 65 metros hasta este año) y liderazgo anual.

Imperial duelo etíope en los 5.000m, con victoria aplastante para la líder del año, Almaz Ayana. Tras su bronce en Moscú, la derrota que Ayana infringía a Genzebe Dibaba, con un demoledor ataque que quedará para el recuerdo, destrozaba por completo las esperanzas de la flamante plusmarquista y campeona mundial de 1.500m de alzarse con un doblete hasta ahora inédito. La impresionante capacidad mental de Ayana, unida a un majestuoso parcial de 8:20 en el último 3.000m, derrumbaba a golpe de autoridad la magnificencia de Genzebe, hasta tal punto que se veía postreramente superada, sobre la línea de meta, por su compatriota Teferi. Las siete primeras clasificadas, por este orden, las tres etíopes las y cuatro kenianas. Una de las más bellas exhibiciones del Campeonato.

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Y en el 1.500m, sobrecogedora actuación del auténtico ‘capo’ de la prueba en la actualidad. Tercer título consecutivo para un Asbel Kiprop que supo esperar el momento adecuado, atisbando la salida de la última curva en una ampliación ya mítica de su estratosférica zancada, para derribar con fiereza los arrestos de un descomunal ataque de Makhloufi, que se antojó a destiempo. Ni siquiera en el podio el campeón olímpico. Plata, en una soberbia remontada, para el joven Elijah Manangoi, que era quinto a falta de 60 metros, y bronce para Abdalaati Iguider en el año de su retorno a los primeros puestos de la prueba. Nuevo descalabro, quinto, para un Silas Kiplagat que no acaba de domar el tacto de los Mundiales (el quinto mejor de todos los tiempos por ranking sólo ostenta una medalla, plata en Daegu). Una prueba que adolece del carisma atlético de antaño, pero que se regodea de contar tanto con una pléyade de mediofondistas de desgarradora fiereza competitiva, como con una figura de primer orden mundial en la infinita clase del zancudo Kiprop, imbatible a pleno rendimiento.

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Como colofón, el relevo largo. Demostración antológica y para el recuerdo de la maravillosa Allyson Felix, a quien no podemos evitar mentar constantemente en sus actuaciones, en la tercera posta, remontando el poderío jamaicano, y calamidad de Francena McCorory convirtiendo su esfuerzo en baldío, superada finalmente por Novlene Williams-Mills. Reedición del podio de Moscú (Rusia-USA-Gran Bretaña), con la salvedad rusa, paradigma de un oscurísimo Campeonato para el poderoso imperio del Este, penosamente trastocado en su línea de flotación por el recurrente dopaje. En el masculino, locura de un Javon Francis desatado en la última posta, remontando en la contrarecta cuatro posiciones, para acabar pagando el esfuerzo en un final en el que incluso se le escapó la medalla (cuarto). En estas, sensacional desempeño de un Lashawn Merritt que supo esperar su momento para brindarle a Estados Unidos su sexto oro consecutivo en la prueba. El del relevo largo, junto al de Felix en el 400m, los dos únicos oros estadounidenses en velocidad, en una hecatombe dorada casi sin precedentes, como no se recuerda en los últimos tiempos.

Para concluir, palabras de orgullo para un Campeonato que nos ha ofrecido con creces todos aquellos ingredientes que convierten al atletismo en un deporte verdaderamente especial. Sinsabor, y con regusto ciertamente amargo, en la actuación española, con una única y solitaria medalla (el inolvidable oro de Miguel Ángel López en los 20 kms marcha), y la discreta concreción de apenas dos finalistas (uniendo a Ruth Beitia). A falta de un pensamiento más acomodado, sosegado y paciente, así como la perspectiva más prudente y verdadera que siempre aporta el paso del tiempo, una valoración más que mesurada de un Campeonato tímido, con ecos de catástrofe en ciertas pruebas y momentos, en el que ha habido pocos atletas que hayan rozado sus límites de rendimiento, y muchos preocupantemente alejados de su capacidad real. El tiempo que queda hasta que asomen los Juegos de Río se antoja capital para el devenir del atletismo español, huérfano, en general, de capacidad de regeneración a nivel de clase alta, y lejano de la media en el nivel más estándar. “Tenemos bastante clase media pero poca aristocracia. Aún así, la imagen que se ha dado es peor de lo que realmente es el atletismo español”, reconocía un siempre claro Ramón Cid.

A nivel internacional, bellísimos duelos, sorpresas fratricidas, inolvidables e históricas actuaciones. El triple duelo entre Bolt y Gatlin, que coronaba por siempre al jamaicano. La antológica victoria de Van Niekerk en el mejor ‘cuatrocientos’ de siempre. La vuelta de Rudisha. El nuevo doblete de Farah. El reinado de Kiprop, Kemboi, López, Toth, Rutherford, Fajdek, Malachowski y Kovacs. La sorpresividad de Barber, Ghebreslassie, Shubenkov y Drouin. El punto exótico de Yego y Bett. La barbaridad de Taylor. La magia de Eaton.

La sonrisa perenne de Fraser-Pryce. La eclosión definitiva de Schippers. El sobresalto de Arzamasova, Williams y Molitor. La belleza pura de Genzebe. El ‘sprint’ de Mare. El retorno de Cheruiyot, Hejnová y Ennis-Hill. Las alas de Bartoletta. La confirmación de Kuchina, Caballero y Jepkemoi. La fusta implacable de Wlodarczyk, Ibargüen, Schwanitz, Silva y Liu Hong. El imperial demarraje de Ayana. La perfección de Felix.

Cuenta atrás para el decimosexto envite, en 2017. A la espera de Londres, con el Queen Elizabeth asumiendo el reto de igualar o superar a su predecesor, Pekín 2015: jamás te olvidaremos.

Foto: Diario SPORT ·AFP

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