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Eliud Kipchoge, la vieja escuela recupera el olimpo del maratón

31 de agosto de 2003. Al filo de las siete de la tarde, el colosal Stade de France se prepara para asistir al desenlace de un 5.000m enrabietado, de doce vueltas y media a la elipse de tartán a una velocidad sólo apta para monstruos. Para meetings en pos de récords. Un etíope y un marroquí, nuevo monarca del fondo y rey indiscutible del mediofondo, respectivamente, aglutinan las miradas de casi 80.000 almas. Pero un jovenzuelo descarado, de semblante curtido y espíritu de adalid, no va a permitir que el premio se reparta más allá de su apetito. Todo un desconocido para la élite, poco o nada desconocido para los más avezados cronistas y expertos del universo atlético. Una carrera histórica. Un bellísimo triple sprint hacia el futuro. Un campeón que se hacía realidad.

El nombre de Eliud Kipchoge asomaba por los mentideros por vez primera en el año 2002, en el Mundial de Campo a Través celebrado en Dublín, consiguiendo el quinto puesto en la carrera junior. No sería hasta el año siguiente, en los verdes pastos del L’Institut Équestre National de Lausana, cuando Kipchoge se convertiría en campeón mundial de la categoría. Como si la historia quisiera sembrar para después recoger, ambas carreras absolutas, cuando había cross largo y corto, eran brillantemente vencidas por quien ya se postulaba como nuevo rey del fondo mundial, en traumática sustitución del eterno Gebrselassie. ‘El Genio de Bekoji’, el gran Kenenisa Bekele, comenzaba a sembrar el terror por las pistas de todo el mundo. Oslo, en junio,  era testigo privilegiado del primer encuentro lejano entre ambos combatientes, con victoria de Bekele y tercer puesto para Kipchoge, que se llevaba el récord mundial junior de aquellos 5.000m (12:52.61).

Con estas credenciales llegaba el keniano, tras el durísimo examen de los Trials nacionales (donde finalizaba tercero) a un Mundial absoluto por vez primera en su vida. Cualquiera de sus tres compatriotas en aquella final (Richard Limo y John Kibowen, oro y bronce dos años antes en Edmonton, y Abraham Kosgei Chebii) ofrecían una garantía teóricamente superior en una contienda que parecía entrelazada entre dos talentos de descomunal radio de acción. Hicham El Guerrouj, mediofondista legendario, caudillo del 1.500m durante el último lustro y medio, acudía a la cita viéndose campeón cuatro días antes con relativa supremacía en su prueba nativa, y con la expectativa del salto a los cinco kilómetros en pista de cara a los Juegos de Atenas. Kenenisa Bekele, ya cuádruple campeón mundial de cross (dos oros en el largo y dos en el corto), venía de reventar Oslo y Lausana en verano. En la capital noruega, derrotando con un último 400m de vértigo, en 54.64, al propio Abraham Chebii. En el meeting suizo, volando como nunca se había visto en la última vuelta. 52.63 para aquel último giro (con un último 200m en 24 segundos). Descomunal.

La batalla, épica como parecía, no decepcionó a nadie. Y además, aderezada con el final que ya todos conocemos. Imposible mentar a Kipchoge sin recordar aquel histórico 5.000m. Un jovenzuelo casi insolente, que soportó ritmos diabólicos en una prueba rapidísima desde el disparo, no quiso brindar a El Guerrouj la oportunidad de coronarse por vez primera en una distancia que no fuera el kilómetro y medio, batiéndolo en un preciosa llegada final tras un salvaje ataque del marroquí a falta de dos vueltas. Llegada en la que, además, poco pudo hacer el tercero en discordia, el etíope Bekele, ante el pecho keniano del que colgaría poco después aquella medalla de oro. Pocas veces se había perpetrado un final tan sorprendente como bello en una prueba así. Cuando los favoritos caen, y el novato celebra.

Obviamente, resulta utópico e inverosímil desmarcarse, al hablar de Kipchoge, de aquella gran victoria en París. Su posterior regularidad en el 5.000m en los subsiguientes Mundiales (4º, 2º, 5º y 7º en 2005, 2007, 2009 y 2011, respectivamente) desembocaría después en una casi adivinada transición hacia el asfalto. Plata y bronce olímpicos, quizá su obsesión reine hacia la conquista del oro maratoniano en Río, en los que serían sus terceros Juegos, tras no conseguir su clasificación para el 10.000m de Londres, al finalizar séptimo en los Trials kenianos, y probar, también sin fortuna (de nuevo, séptimo), en los 5.000m. Su debut en ruta, en la media maratón de Lille, el 1 de septiembre de aquel 2012, se traducía en un esplendoroso 59:25, que a día de hoy continúa siendo su mejor marca en la distancia. El 21 de abril de 2013 se producía su debut en maratón, 2h05:30 en Hamburgo. En septiembre, Berlín apostaba por un ‘caballo ganador’, y el día que Wilson Kipsang confirmaba definitivamente su inmensa clase y su maravillosa trayectoria con el inolvidable 2h03:23, Kipchoge aguantaba, recio, la embestida del reciente bronce olímpico. 2h04:05 y segundo lugar, en un final de carrera fabuloso. En el que solamente era su segundo envite en la distancia, se convertía en el quinto maratoniano más rápido de la historia hasta ese momento. El tercer foco de su trayectoria maratoniana, Rotterdam, en abril de 2013, en un día de viento racheado y duras condiciones. Victoria inconmensurable en 2h05:00. Sobrevolando hasta octubre, el día 12 Kipchoge se citaba, de nuevo, con su pasado. Kenenisa Bekele, en su segundo maratón tras un gran debut en París, buscaba el golpe de efecto mágico en Chicago. El maravilloso triunfo de Kipchoge, atacando en el momento clave, con una cabalgada final para recordar, y la incapacidad del etíope para contrarrestar la avanzadilla keniana, constituyeron una de las imágenes ‘ruteras’ del 2014.

kipchoge

Hasta que llegamos a abril. Y llegamos a Londres. La capital británica, en su afán anual por reunir una pléyade desmesurada de talentos, tanto en aptitud como en cantidad, vendió el evento como el ‘face-to-face’ más esperado entre los dos últimos plusmarquistas mundiales: Dennis Kimetto, el hombre que conseguía derrumbar el imbatible muro de las dos horas y tres minutos, el hierático keniano aparecido casi de la nada, rey actual de la distancia con su barbaridad de Berlín ’14 (2h02:57), frente a Wilson Kipsang, posiblemente, el mejor maratoniano de los últimos cinco años, el único hasta ese momento con cinco maratones por debajo de 2h05.

En una carrera de importancia capital para el devenir de la ruta mundial, como cada primavera desde hace varias temporadas, el poblado núcleo cabecero fue cediendo a los descomunales ritmos, para tender la alfombra roja a una demostración de poderío de una belleza sin igual. El mano a mano pasaba de ser un desafío sin casi posibilidad para Kipchoge, a la más hermosa demostración de inteligencia táctica y fuerza en el ritmo y la zancada que hayamos presenciado en los últimos tiempos. Tras un cabeceo amenazador en el último avituallamiento, Kipchoge lanzaba su misil definitivo a la línea de flotación de un Wilson Kipsang que era absolutamente incapaz de resistir el reto. 14:27 en el parcial del km 35 al 40. Devastador.

De aquí, la cuestión emerge con claridad meridiana sobre dos orientaciones que se tornan contradictorias y rivales en este sentido. Por un lado, estamos asistiendo a la época pura de la ruta. Hemos abandonado el trasvase de atletas desde las trayectorias lógicas, históricamente consideradas, del cross y la pista hacia la ruta con el paso de los años, y nos situamos en un panorama en el que el salto inicial y prácticamente definitivo de bisoños fondistas hacia el asfalto se convierte en una realidad absoluta, refutada en cada competición que observamos semana a semana a lo largo y ancho del planeta. Apariciones testimoniales sobre el tartán en edades más o menos tempranas (en muchos casos, sin ni siquiera acreditar registros en ciertas distancias; véase el caso de Kimetto, con un discreto 28:30.0 en 2011, eso sí, en la altitud de Nairobi), y enroque rotundo e indiscutible en la ruta.

No resulta eventual que la casuística cite a los maratonianos que han dominado los últimos cinco años como paradigma de la nueva hornada de actuación. Tsegaye Kebede, Martin Lel, Geoffrey Mutai, Emmanuel Mutai, Patrick Makau, o los propios Kipsang y Kimetto asoman como ejemplos irrefutables de atletas que decidieron dar el salto casi directo a la ruta, sin necesidad de una maduración previa en la pista y el campo a través. Muy al contrario, Eliud Kipchoge ha ido sazonando poco a poco un itinerario íntegro,redondo, colmado de éxitos en distancias menores en pista (incluso con medallas en competiciones bajo techo y distancias más cortas – bronce en el 3.000m del Mundial Indoor de Moscú 2006, o 3:33.20 en 1.500m en 2004 en Hengelo), que le ha servido para colocarse, a día de hoy, como un colosal tótem de referencia en el panorama de la larga distancia sobre asfalto. Con apenas 30 años, su experiencia, madurez y empaque profesional lo convierten en una figura casi histórica en los últimos años del fondo mundial.

Y si hay un aspecto en el que ese dilatado y sosegado período de maduración se nota en la figura actual de Kipchoge es en su descomunal inteligencia táctica. Su facilidad para leer las carreras, al margen, claro está, de su capacidad para soportar ritmos monstruosos, lo convierte en el rival a batir si las condiciones lo permiten y su estado es óptimo. Curioso resulta, continuando por los mismos derroteros, que en los últimos cuatro años, hayamos asistido al reinado de tres maratonianos distintos, entendiéndolo como un margen numerosísimo y una variable demasiado voluble para la complejidad de una prueba como los 42.195m, y ciñéndonos casi exclusivamente a lo que nos marcan los registros. La trayectoria de Kipchoge, con cuatro victorias y un segundo puesto en cinco maratones, invita a pensar que tenemos ante nuestros ojos al nuevo dominador del maratón mundial. Aparte, no deja de ser curiosa su condición indiscutible de líder (se auto-entrena), dentro de un grupo de entrenamiento numerosísimo. Bajo su batuta, entre otros, el campeón olímpico y mundial vigente, el ugandés Stephen Kiprotich.

Kipchoge tras ganar el Medio Maratón de Barcelona 2014 con récord del mundo de Florence Kiplagat
Kipchoge tras ganar el Medio Maratón de Barcelona 2014 con récord del mundo de Florence Kiplagat

En sus cinco maratones, una media de tiempos de 2h04:42 (el mismo registro que consiguió con su victoria en Londres el mes pasado). Una auténtica locura. Por lo que podemos saber, ha manifestado que su intención es estar en Pekín, defendiendo a su país en el Campeonato del Mundo. Kipsang y Kimetto también se han ofrecido para la causa. Y si bien resulta aventurado pronosticar a estas alturas, imaginemos un escenario de tal guisa. Sin ‘liebres’ ni ritmos pactados, con la aleatoriedad de una carrera 100% estratégica, en ese panorama ajedrecístico que revelan los grandes campeonatos, Kipchoge parte, indudablemente a día de hoy, con una ventaja intrínseca. No deja de ser curioso que su inabarcable aptitud lo postule como, quizá, el candidato número uno a ser el nuevo recórdman mundial. Palabras mayores. Lo que resulta evidente es que, visto lo visto, todo evoca a una batalla majestuosa en la que los mejores se sitúan en la línea de salida. Y muy al contrario que en aquel atardecer parisino, hace ya casi quince años, Eliud es el rival a destronar ahora mismo. Que continúe esta preciosa batalla.

Por: www.soycobarde.com · @SoyCobarde2

Foto: P. Bernús


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